09 abril 2011

EL TOREO EN EL CAMPO

Nuestro colaborador José Cisneros con Dámaso Gonzalez y Jimenez Pascuau
EPOCA DE TENTADEROS EL TOREO EN EL CAMPO Todo aficionado tras la Feria de Valencia está esperando con ilusión la llegada de otras como Sevilla, Madrid y el resto de ellas que para todo aquel que no pueda acudir a las referidas Ferias las tiene por poco dinero a su alcance en una cómoda localidad a la que yo llamo “tendido cero”. Pero esta semana hablaremos del toreo en el campo, nada que ver con ese otro toreo que vemos en las Plazas de Toros cualquier tarde de Feria. Presenciar una mañana o tarde de tentadero en cualquiera de la infinidad de ganaderías que tenemos en la provincia de Jaén a pocos minutos de nuestra residencia es todo un privilegio. Y lo es porque para disfrutar de una buena tarde taurina simplemente hay que estar “de tapia”, observar la bravura de unas becerras frente al caballo y ver que quien se pone delante para comprobar la bravura de las reses con capote y muleta sepa para qué sirven los avíos de torear; el aficionado sienta ese toreo que surge de lo más hondo de los toreros en estas tareas camperas, que dicho sea de paso, sirve para comprobar que hay otros TOREROS con mayúsculas tan capaces de ocupar puestos que no sé decir el porqué de la situación de muchos de ellos. Y al referirme a toreros me refiero tanto a novilleros como a matadores de toros. El campo es distinto, el campo es algo maravilloso. El campo no deja de ser otra gran tarde de toros cambiando algunos matices, uno de ellos fundamental para el aficionado es que aquí se aprenden muchos aspectos en el comportamiento del toro que la gran mayoría de asistentes a una plaza de toros no saben ver si no se es un buen aficionado y, de estos ya quedan pocos. Y por supuesto también se conocen muchos aspectos de la vida de un torero. Toreros que vienen desde muchos kilómetros para poder estar al día y preparado por si surge ese ansiado contrato que le lleve a ocupar un puesto en cualquier feria aunque sea de pueblo. Hay que tener afición y ser un profesional de los pies a la cabeza para venir conduciendo de noche desde la zona del Levante español hasta la provincia de Jaén, torear dos becerras y volver rápidamente para cumplir con otras actividades ese mismo día. Puesta a punto en el campo, donde no hay “chispeantes” cargados de alamares en seda y oro, no hay aplausos, pero si mucha verdad por la importancia de lo que se está realizando. Aquí no hay habitación ni coches de lujo en aparcamientos de complejos hoteleros, no hay mozos de espadas. Un cuarto del cortijo preparado al efecto es el que hace de habitación de hotel para que los toreros vistan su atuendo campero compuesto de calzona, camisa y unos lustrosos botos camperos. No es tarde de aficionados esperando apretujados al torero en la puerta del hotel, no son tardes de triunfos y salidas por Puertas Grandes aunque algunas sean más merecidas que las de muchas Plazas de Toros. Solo unos pocos amigos privilegiados en las puertas de los magníficos cortijos que tras saludar al ganadero y maestros intervinientes, nos dirigimos a la plaza de tientas donde aguardan las becerras que bajo un silencio sepulcral el aficionado fácilmente advierte que aquí si alguien triunfa es el Toro. Ese toro imaginario y soñado que aún no ha sido si quiera engendrado y que con la exigencia que se le pida a su madre de parte del señor ganadero, si esta responde a las mismas, pasados cuatro años en el mejor de los casos podremos ver lidiar en una plaza de toros de nuestra geografía. Los toreros con su valor, firmeza y profundidad en su toreo campero, dejan adivinar sus ilusiones, puestas sin duda en lo pueda resultar una gran tarde de toros en cualquier feria. Una vez vista y comprobada la bravura de la becerra tanto en caballo como en la muleta llega la hora de gustarse toreando, es cuando el momento se parece más a una tarde de toros, pero a diferencia de ésta no hay bullicio de gentes ansiosas de ver triunfar a su torero, ni desplantes a la galería, ni orejas y salidas por la puerta grande en señal de triunfo, no hay ¡olés!, si acaso un “bien” profundo con el que el ganadero acompaña a una media verónica del maestro que deja la vaca a la distancia deseada o a un natural largo y templado. De esta forma hemos vivido esta semana en dos ganaderías como la de D. Juan Pablo Jiménez Pasquau con la presencia del matador de toros Dámaso González (hijo) y los novilleros Francisco Montiel y Alejandro Enríquez. Estar junto al maestro Dámaso González padre después de tantos años retirado y que fuera mi torero en su época en activo es algo que no se puede narrar. El segundo de los tentaderos donde acudimos estuvieron los matadores de toros Juan Antonio Millán, el sevillano afincado en Castellón Paco Ramos y el joven maestro José Carlos Venegas, un lujo de cartel que hizo disfrutar a los presentes ante unas reses de procedencia Juan Pedro Domecq, de distinto comportamiento aunque con generalidad en bondad y bravura ante el caballo del Picador Santiago Sánchez, mayoral a la vez de la ganadería de D. Juan Pablo. Ese mismo día por la tarde pudimos estar de nuevo en la Finca Cerropelado del ganadero D. Iñigo Garzón donde del mismo modo Carnicerito de Ubeda, ante reses con procedencia Núñez del Cuvillo volvieron a dar toda una lección de lo que es una lidia campera que suele hacerse para el ganadero antes de “hacerle cosas” como suele decirse en el argot taurino cuando el torero ejerce la lidia gustándose y toreando para sí mismo una vez vista para el ganadero. Nuevamente el picador “Santi” demostró su buen manejo en el caballo y citando con la vara en alto como en las mejores plazas de toros, alentando a las becerras a tomar el caballo y comprobar su bravura en el mismo. Agradecer a los señores ganaderos Juan Pablo Jiménez Pasquau e Iñigo Garzón, así como a sus mayorales Santi y Luís, la amabilidad con la que siempre nos reciben en su casa, los sabios conocimientos que comparten para mejor conocimiento del toro bravo y poder de esta manera llevársela al aficionado lector, además de hacernos sentir unos momentos inolvidables. Inolvidables porque en mi caso y a la voz de “ya está vista maestro” de parte del ganadero, seguidamente con su permiso se da paso al aficionado que está de “tapia” y quiere demostrar sus habilidades sacando presto la muleta del hatillo, intentando emular lo que ha visto hacer al maestro que ahora se encuentra pendiente por si hubiera que hacer un quite. Inolvidable porque permite comprobar que a pesar de la edad no existen distancias con el ayer, que la afición a los toros jamás se ahoga con el tiempo, la ilusión por torear tampoco, aunque es verdad que al principio hay dudas y temor, un temor que anida en la realidad del momento y te envuelve en confusión, pero hay algo que no puede explicarse y de repente, sientes como el cuerpo se te ciñe en un fuego sin calor que te hace sentir una esperanza de poder que fluye como el agua fresca y cristalina de una fuente. Es entonces cuando el tiempo ante la cara de la becerra se hace eterno, tanto que; caminando despacio y en silencio frente a ella, te da tiempo a pensar que a pesar de los años tienes que expresar tu arte, intentar bordar un derechazo, un natural o un pase de pecho, si esto se consigue sientes como se para el tiempo, quedando un recuerdo de ese mágico momento en la mente que ya nadie te puede arrebatar. Un minuto de gloria, un minuto que te da fuerza y vitalidad para sin ser torero, hacerte sentir y seguir viviendo en torero. Con este más que artículo, relato, quiero del mismo modo agradecer a Juan Antonio Millán “Carnicerito de Ubeda” por ser, al igual que los mencionados ganaderos, partícipe de hacerme sentir a su lado estas experiencias que puedo compartir con todos los aficionados. Gracias Torero. JOSE CISNEROS

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