Se había planteado el enfrentamiento como un duelo, y lo ganó de forma incontestable el hispano portugués Ventura, aprovechó mejor los recursos, arriesgó con más corazón, pisó los terrenos dónde los toros cogen embistiendo desagradablemente y sacrificando las cabalgaduras, que fueron alcanzadas varias veces, pero al final, con una oreja en el primero, y dos orejas en el quinto, cruzó el umbral de la puerta más codiciada del toreo. No fue la primera faena precisamente un tratado de rejoneo. No pasó de aseada. Batiendo pesado con Welinton. Fuera de cacho con Orobroy, pero certero con el trasero rejón de castigo. Sin embargo la del tercer toro puede pasar a la historia del toreo a caballo como una de las más excitantes realizada en La Maestranza que sin embargo resultó huerfana de trofeos por matar de pinchazo y rejón con retranqueo. Después de parar con Triana, con Revuelo ejecutó cambios inverosímiles pegadísimo a tablas con un soberbio temple y dominio de ayudas que hacían que el caballo marcara la pauta de la embestida del toro. Pero los dos mejores palitroques que haya visto poner en esta temporada a un rejoneador, los ha puesto Diego montado en Distinto. Perfecto el temple cosido el toro a la grupa. Perfecto al clavar exactamente en el estribo. Ni un milímetro más allá o más acá. Remató con califa esta soberbia actuación tristemente errada. Su actuación en el quinto, de bastante nota, con Demonio parando y toreando, con Nazarí en banderillas y el borrón circense de Morante pegando bocados, con un final arrebatador por bullanguero con Califa. La suerte de un rejón de muerte bueno a un toro bueno, le posibilitó la salida a hombros.
Se atacó Leonardo Hernandez, el caballero sin Zahones, bajo la presión del duelo en La Maestranza, y no supo resolver con rapidez y certeza los problemas que se le plantearon, quizás el peor lote, quizás no cogerle el tranco a los toros y no saber acoplar las velocidades de los semovientes. Y por supuesto el fallo con los aceros de muerte. La falta de ese equilibrio le dio la derrota. Silencio en el segundo, y ovación con saludos en el resto. En el primero batía lejos a un toro parado. Si no se metía entre los pitones para batir no clavaba. En el segundo necesitó de ocho pasadas para clavar tres banderillas. En el cuarto tuvo su mejor actuación. Más centrado y compenetrando. Mejor los equilibrios en movimiento. Y en el sexto, un toro inválido, lo que hizo no tuvo importancia pues el publico se la restó al protestar al burel.
Los toros de Benitez Cubero, desmochados que no despuntados, con diferencias de kilos de hasta 86 entre el primero y el último. Parados los dos primeros. Manejable el tercero. Buenos cuarto y quinto que fue aplaudido al arrastre, y sin fuerzas el manejable sexto.
¡Aquí paz y allí gloria!
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