En 1952, según la información que me envía nuestro colaborador, Juan Galacho, el critico Recortes ya decía de la suerte de varas que: "contemplamos su decaimiento hasta la casi anulación". Si Recortes levantara la cabeza, se volvería a morir contemplando como la acorazada de picar masacra toros, o simula la suerte, las más de las veces, hurtándonos al aficionado la belleza de la bravura.
Este picador sevillano debutó en Madrid con el espada José Romero un 18 de abril de 1803 y ya prácticamente la afición capitalina no lo dejó volver a Sevilla, tal es el caso que un 14 de junio de 1819 un toro de Muñóz y Pereiro le derribó, corneó al caballo y al jinete del que sacó a punta de pitón de la silla para volverlo a cornear. Antonio Herrera y Cano murió a consecuencia de las heridas el 16 de junio.
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