25 noviembre 2009

CARTA AL PAPA NEGRO


CARTA AL PAPA NEGRO
Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio

Estimado Don Manuel, tristes son los tiempos que socorren nuestras almas, ellas pululantes y abandonadas vagan por los etéreos mundos, sin abuelos, padres, madres o referentes. La época de las orfandades traspasa nuestros huesos y llega a las médulas deshabilitando los sentidos. El toreo ya no es el toreo. Los que se dicen amigos de esta caduca fiesta proclaman el no toro, el indulto generalizado, la supresión de la suerte de varas y la elevación por simbiosis del tercio de muleta como parte fundamental de las suertes. Los que amamos la fiesta con sangre somos vituperados pues nos llaman asesinos e inconsecuentes. El toreo moderno, al igual que la aparición del peto, es un hecho fundamental para el futuro de esta fiesta que ya, así lo creo, no será mi fiesta, ni la fiesta dedicada al toro bravo.
Por supuesto don Manuel, que tampoco será la fiesta de aquel toro de Trespalacios que lo quitó a usted de los ruedos, y de aquellos pases cambiados que emocionaron a todas las gentes que se los vieron dar.
Por supuesto don Manuel, que tampoco será la fiesta en cuya religión usted educó a sus hijos conduciéndolos a la gloria de una de las dinastías más grandes de la historia de La Tauromaquia.
Trasnochados e insensibles nos dicen. Terroristas y destructores nos sentencian si con argumentos del pasado queremos construir un futuro en el que se recupere la dignidad para el toro y el mercantilismo se doblegue al interés de la emoción.
¿De qué sirvió, si vanalizamos la fiesta, la muerte de Manolete? ¿De qué servirá si minimizamos el toro, el esfuerzo de José Tomás por recobrar para este espectáculo, la emoción del valor?
Hoy recordamos a los toreros muertos por asta de toro como el riesgo de una profesión peligrosa, y sin embargo Don Manuel, olvidan que la muerte de un torero es el sacrificio que hacen estos bizarros hombres para vencer esa mano que mueve el destino de los mortales.
Nos quieren quitar la emoción Don Manuel. Nos quieren quitar el verdadero sentido de este sensacional espectáculo para sentirnos más sensibleros y solidarios, no se sabe bien con quién o quienes seres.
Aquellos que quieren un espectáculo sin sangre, dicen los hipócritas, “con menos sangre”, quieren despojarnos de la esencia de ser hombres, pues olvidan que ser hombre es vivir la aventura de la vida, y usted don Manuel, mejor que nadie sabe que la vida no es otra cosa que una gran corrida donde cabe, al rededor de la suerte, el triunfo y la derrota, las palmas y la bronca, la resurrección y la muerte.
No hay vida sin emoción y la emoción la pone el toro. El toro integro, en trapío y con poder. Ese toro de Trespalacios Don Manuel, que aún ve usted venírsele incierto desde lejos mientras preparaba aquellos cuatro pases cambiados… y de repente ¡zas! La cornada, el hule, el dolor, ¡casi la muerte!
Es la sangre la que da sentido a esta fiesta que los viejos toreros nos han enseñado. Es la sangre fruto de una violencia justificada por la emoción la que nos acerca al “Todo” y nos permite vencer la muerte, que como se sabe es la gran derrota del ser humano. Si quitáis la sangre a este espectáculo, le quitáis el todo. Entonces ya será otra cosa Don Manuel, otra cosa que nada tiene que ver con los principios que usted enseño a sus hijos.
¡Dejadme libre para ver la sangre que el toro derrama en su feroz lucha con el picador! Libre para seguir recordando a un Montoliú morir en Sevilla y a tantos que como él quieren todos los días dar su sangre para su triunfo. Libre para elegir el espectáculo que prefiero y no el que me impongáis o del que me privéis. Libre para abrazar a los portugueses que libres quieren ver la sangre del toro muerto a estoque a los pies de un torero, entregando su vida con la brava furia que su casta determina.
No habléis de intolerancia y no seáis intolerantes, dejadme una muleta y una espada y encerrarme con la muerte, Don Manuel, dígales usted que el hombre necesita todos los días de su vida torear la vida y ver la sangre derramada del toro negro de la muerte.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Simplemente magistral.
Un abrazo

El Coronel dijo...

Bien amigo, muy bien.
¡¡¡Viva la Libertad!!! D. Manuel.
Un abrazo
Salud

Anónimo dijo...

Aunque la instauración del peto en 1928 fuese una necesidad impuesta por la sensibilidad social de la época, ¿tal vez? o ¿sin duda? fue el comienzo de la decadencia franca y sin retorno posible de la FIESTA. Desde entonces la suerte de varas ha ido evolucionando para quitar riesgo al torero en el último tercio, tercio que, actualmente, parece que es el único que importa. Estamos en la época en que mandan los toreros.
Antiguamente mandaban los ganaderos y cuidaban de que sus toros se enfrentasen al matador de turno en absoluta plenitud y, como prueba, valga la anécdota: en cierta ocasión estaban unos ganaderos probando cambiar las puyas por otras que castigasen menos a los toros y esto llegó a los oídos de una figura de entonces, Ricardo Torres y Reina, “Bombita”. Alguien le dijo que los toreros también deberían proponer una puya de su agrado. La respuesta de Bombita, tajante, no dejó lugar a dudas: "a mi, mientras no me quiten la muleta de las manos, que pongan la puya que quieran".
Esta contestación deja claro que Bombita admitía que el toro mandaba más que él, que no tenía miedo a los toros y que, como torero, asumía el sobreriesgo del toro menos castigado.
Eran otros tiempos, tiempos de TOROS y de TOREROS. Ahora son tiempos de taurinos y taurineadores.
Empezaron con un peto corto, aumentó el tamaño, llegó la carioca, el percherón, los tranquilizantes … y murió el primer tercio.
Ahora ya empiezan algunos a pedir la corrida sin sangre ¿no?, será la muerte total,pero ... ¿no es preferible una muerte digna a una extinción paulatina por la codicia humana?
Lupimon