EL DEFENSOR DEL AFICIONADO

Zuloaga: El chepa de Quismondo.

EL DEFENSOR DEL AFICIONADO
Por Agustín Hervás

Se arrebatan los taurinos cuando se les mienta a la madre. No a la progenitora, que es santa, aunque el taurino sea lo que sea. No. A la madre fiesta me refiero, de la que comen y a la que no les importa respetar. Bueno su respeto es otro. Su respeto por ella ha cambiado en los tiempos modernos. Por ejemplo: en la tauromaquia moderna se permite que un matador se enfade, ejemplo Rincón en Salamanca, porque la gente le pega sin par silba y le propina dolorosa bronca porque está con miedo. ¡Rincón con miedo! ¿Cómo es posible que el conquistador colombiano se arredre ante un vulgar torucho salmantino?

Los taurinos practicantes y defensores de la tauromaquia moderna tienen de su parte a la gente guapa y repeinada de los tendidos que también se enfada con los que pitan y abroncan porque no comprenden a la afición que protesta, cuando en su acto de protesta no están pidiendo otra cosa que el valor verdadero y la profesión por dentro y por fuera de un torero.

Por lo general el taurinismo moderno, incluido parte de los que visitan las plazas para ver a un tal Tomás, o a ese otro:
.- ¿Cómo es señorita? – le pregunta la señora provinciana y bien, a la taquillera – La taquillera se encoge de hombros porque no sabe a qué torero se refiere
.- Si señorita ese que torea el día 16... ante, palante, vagante... bogavante, si, eso, bogavante.
No quieren defender la fiesta, quieren vivir de ella. Unos, los profesionales de cualquier ramo, porque cobran de ella. Otros, como la señora que no sabe como se llama Talavante, porque pagando una entrada creen tener derecho solo a que se le peguen buenos mantazos a los toros, ya que la lidia de los mansos no se lleva.

En la tauromaquia moderna se permite regalar toros como recientemente ha pasado en Murcia. Murcia es una plaza pionera en el modernismo taurómaco pues tiene la estadística más alta de toros indultados de todo el orbe taurino conocido. En Murcia que se sepa impera el reglamento nacional y en ese reglamento nada se dice del regalo de toros. En el reglamento andaluz, que sería insignia de otros comunitarios, ¡eso dijeron los políticos!, tampoco, luego es posible el regalo por omisión de norma.

En la moderna norma taurina andaluza que Soriano nos concedió, se elevó de categoría por arte de birlibirloque la plaza de Málaga y se ha visto durante dos temporadas que no sirve para primera y claro los de Sevilla se parten de risa con la guasa.

Otra de las modernidades taurinas es la subida a los altares de los presidentes seglares y su correspondiente cuota femenina. Y claro, se ha demostrado que los seglares no tienen autoridad, están a las ordenes políticas de los delegados del gobierno y en Málaga, por ejemplo hay dos de ellos susceptibles de ser recusados. En la modernidad taurina nadie recusa porque esas acciones, como la de las broncas y multas, no están bien vistas.

A tal grado se ha llegado en la modernidad taurina que teniendo los aficionados derecho a ser oídos en los reconocimientos, se nos ofende con desprecios e insultos a nuestra afición queriéndonos imponer, Rivera Ordoñez, el toro que queremos ver. A tal grado de impunidad amparada por la administración se ha llegado, que salen toros afeitados a los ruedos y no se mandan a analizar pitones.

Se sabe, ha quedado demostrado durante dos años, que los señalamientos en las ganaderías son un compadreo. Ningún toro de los que se ven sale luego a una plaza y de los que salen vistos, salen para componendas y trueques.
Mal referente el reglamento andaluz para otras comunidades, no porque no se cumpla, sino porque además se interpreta mal.

Argumentos, todos ellos sin excepción, susceptibles de reflexión.

¡Triste sistema de leyes aquel que necesita de amparo, sino es la propia administración la que las defiende y hace cumplir!

José Antonio Soriano calla, y no se sabe por lo que calla, quizás porque a las elecciones andaluzas le falta un suspiro. Tampoco supimos a quien encubría o a quién defendía cuando firmó la norma. A la afición, no.

Se nos dijo que los aficionados teníamos derecho a recibir un espectáculo de toros en el que se hubiera perseguido el fraude, y se hubiera mantenido la pureza e integridad de la fiesta. Nos lo dijo Demetrio Pérez en 2005. Demetrio era delegado del gobierno de la junta. Nos quejamos los aficionados y nadie nos para bola. No hay un organismo especializado capaz de regular la presentación de quejas, sugerencias y reclamaciones. También se nos dijo algo de un defensor del aficionado. ¡Nada se sabe del defensor señor Soriano! Una idea que por cierto es anterior al reglamento y que luego no se incluyó.

El defensor podría, según se dijo hace casi tres años, asesorar al delegado del gobierno en la designación de presidentes, y en las intervenciones de la administración en el espectáculo, y por supuesto, apoyado siempre por la participación de los aficionados. Con ello habría posibilidad de incoar expedientes sancionadores y dotarlos mediante investigación de consistencias de hecho. Orientar al delegado del gobierno en las decisiones a tomar. Sugerir a empresas, profesionales o ganaderos mejoras para la fiesta. Proponer arbitrajes para resolver conflictos y dictaminar sobre cuestiones que proponga el delegado del gobierno.

¡Quizás fuera mucho negocio para las andaduras del toreo moderno y para los usurpadores de la verdadera afición!

Pero aún dolidos y desprotegidos, seguiremos defendiendo con ahínco nuestro derecho al pataleo y a la bronca, a pesar de César Rincón, que en buena hora se va de los ruedos. ¡Y por muchos años!