fotos Botan
1967
EL FIN O LA MUERTE: La estocada
Por Agustín Hervás
(Copla)
Certera me viene la muerte/ Por una vil puñalada/ De los amores que tienes/ Con esa mujer malhaya.
Toro de negra frente/ Dame ya la puñalada/ Antes que llegue la muerte/
De una certera estocada.
¡Zas, zas, zas!/ Tu negrura frente a mi ira/ Y hasta la bola la espada mía.
Es la muerte el fin último de la lidia y en torno a ella se organiza la liturgia de la corrida. Por ella el ceremonioso paseíllo. Por ella la sacra verónica con su carga de pureza. Por ella la suerte de la bravura. Por ella el toreo a cuerpo limpio en los garapullos. Por ella el juego de la muleta y por el honor a la bravura en ella.
No es el indulto del toro bravo un honor. Es en estos tiempos un premio publicitario. La muerte es un canto al toro bravo en ese código de honor que se establece en una pugna. En una encastada embestida, con un aire bondadoso y una incansable acometida.
No el perfilarse al hilo del pitón buscando las afueras. No en el envite desairadas posturas con expresión de miedo e impotencia. No al bajonazo y al golletazo con intención de lo que en sí es una suerte.
Si a atracarse de toro. Si a un pase de pecho mientras la espada certera busca el hoyo de las agujas colgando los muslos del pitón.
La estocada es un honor de muerte digna para un toro bravo. Dar la estocada es un orgullo para el torero que lleva escrito en su vida ser matador de toros.
Nada puede ser igual cuando un toro no muera tras una vibrante lidia en el ruedo. Otra cosa sí. Pero ya los hombres de luces habrán perdido para siempre el honor de ser nuestros dioses liberadores de la horrenda muerte negra que nos circunda, para convertirse en toreadores.
Qué será de la forma de perfilarse de Emilio Oliva padre. Qué de Antoñete en su entrega. Qué de Andrés Vázquez en su exposición. No dejemos que se queden en fotos de museo. Hablemos de la muerte del toro bravo a los novilleros y digámosles cuanto honor hay en matar al que con bravura quiere herir defendiendo lo que más en estima tiene.
Llegad a comprender, que la lidia no solo encierra un bello arte. Además tiene un código de honor que nos hace seres vivos. ¡Y qué mayor gloria para el hombre que vencer a la muerte! Para vivir en la gloria. En la gloria del toreo.
08 noviembre 2006
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