23 enero 2006

EL DOCUMENTO

EL DOCUMENTO
Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio
Tribuna de Salamanca

En fin, no es por echar leña al fuego del asunto de los papeles del archivo que con tanta crispación estos chicos del gobierno han empeñado su voluntad.
De sobresaltos y crispaciones urdimos diariamente la historia reciente de nuestros días y por eso creo oportuno, tratándose de papeles como se trata, añadir, a la buchaca del recuerdo de la historia taurina un documento que por su importancia serviría a los estudiosos ratones de biblioteca, un camino en la búsqueda del origen de las corridas de toros.
El documento que Anastasio Rojo encontró hace algunos años se fechó a mediados del siglo XVII, en 1663, y en el se pone de manifiesto que eso de cerrar contratos por las gentes del toro con un apretón de manos, no era exactamente en todos los casos, y otra cosa, que si no se firmaban con más frecuencia es porque la mayor parte de la gente no sabia leer ni escribir con lo que no quedaba más remedio que echar mano de la palabra.
Según Rojo, Alonso de Velarde, que era el encargado de organizar la corrida de toros y que pertenecía a la Cofradía de la Pasión vallisoletana, citó al primer espada Pedro Morcillo y a los segundos espadas, Pedro Nieto y Andrés Serrano para firmar el contrato de celebración de una corrida de toros en la Plaza Mayor para que torearan haciéndolo a pie y para que pusieran banderillas, cosa que por esos días bebía ser novedad por considerarse suerte distinta y arriesgada que aún estando dentro del toreo a pie era una variante más peligrosa pues necesitaba de más aproximación al toro. Al parecer esta suerte ya se había hecho con anterioridad en otras fiestas, gustó, y ese fue el motivo por el cual se especificaba en el contrato. Dice Rojo que de los tres, solo estuvo presente en la firma Morcillo, que para eso era el importante, y que Velarde dio fe de que este no lo firmaba porque no sabía escribir.
La importancia del documento viene a darnos la idea de que no fue con la casa de los Borbones y su desinterés por las justas de toros lo que hizo que los chulos tomaran las riendas del toreo y pasara de ser de a caballo a ejecutarse a pie. Lo que nos sumerge de lleno en el reinado de la casa de los Austrias.
Ciertamente la cosa no es de un día para otro y con lógica es de suponerse que la cosa no vino de la desidia borbónica aunque fuera en este tiempo donde el toreo a pie tomó más auge, sino de la decadencia de un reinado que comenzó con Felipe IV afrontando entre otras cuestiones una recesión económica con cuatro bancarrotas de la Real Hacienda: 1627, 1647, 1656 y 1662, que provocaron subidas de impuestos, retención de las remesas que llegaban de América y que, en fin, con tanto malestar, originaron revueltas contra el centralismo castellano, por ejemplo la de los catalanes.
En los últimos años del reinado de Felipe el Grande que murió en 1665 y recordemos que nuestra corrida se ajusta en 1663, la Monarquía está en crisis y cuestionada por los sectores sociales y para colmo comienza a ser el principio del fin del imperio perdiendo la hegemonía española en Europa, lo que importaba bien poco a una población pobre que miraba y guardaba sus miserias como podía.
No nos costará pues trabajo imaginar que en aquellos últimos convulsivos años de la monarquía felipista los nobles caballeros perdieran el interés por las justas de toros ya que otras cosas más importantes lo distraían, como pasarse todo el tiempo criticando al rey; y que fueran tomando por tanto protagonismo los auxiliares de los caballeros, el pueblo de a pie, que si bien no podía mangonear sí podía divertirse como le viniera en gana, culminando esta especie de usurpación del divertimento del noble y tomando más hegemonía en tiempos borbónicos.

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