29 septiembre 2023

LOS TOREROS DE ARTE

  

Curro Romero. Foto de la RED.


PUBLICADO EN 6 TOROS 6, NÚMERO 176

 Toreros de arte

 Juntos o por separado son imprescindibles en el toreo. Ellos aportan la magia, hacen soñar a un grupo reducido y fiel de incondicionales con pases y lances de otra galaxia, con faenas mínimas y sentimientos máximos que la mayoría de las veces no traspasan la frontera de su propio grupo. Son los toreros de arte, un conjunto heterogéneo que como concepto siempre ha existido, y es magnífico que así sea.

En la mayoría de los casos son toreros geniales, capaces de concitar las mayores adhesiones al tiempo que los más grandes odios. Quizá porque torean como los ángeles, su arte es etéreo; tanto, que muchas veces muere incluso antes de nacer. Pero no en la imaginación de sus panegiristas o turiferarios, que ven faenas allí donde no las hay. Los partidarios, los simples partidarios, son otra cosa; son más ecuánimes, más realistas, siempre reconocen lo que es y algunas veces hasta lo que no es, y aunque año tras año mantienen viva la llama de la esperanza, ésta no les ciega.

Varias condiciones deben darse para entrar como miembro de pleno derecho de este selecto club: el arte debe ir unido a la irregularidad, las tardes de gloria a las de fracaso, y además, ni deben sumar demasiadas actuaciones ni tampoco ser grandes estoqueadores. Ser un torero de clase, que concibe e interpreta el toreo con gusto depurado, pero que lo ejecuta en muchas ocasiones, siempre es un lastre. Antoñete y Manzanares, Paco Camino y Rafael Ortega, Antonio Ordóñez y Antonio Bienvenida no son ni han sido "toreros artistas". Son y han sido grandes toreros, geniales toreros, pero no creo que hayan alentado la maravillosa pero ciega pasión, que ahora levantan, por ejemplo, Curro Romero y Rafael de Paula. Y eso que Romero ya no es el que era; antes, cuando Curro era el torero que salió siete veces por la puerta grande de Madrid, y cinco por la Puerta del Príncipe, se le admiraba igual que ahora, pero había una razón objetiva y de peso: al faraón de Camas difícilmente se le escapaba un toro bueno. Algo que ahora ya no siempre ocurre. 

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