03 octubre 2007

POSTULACION PRESIDENCIAL

Foto: palco presidencial de la plaza de Marbella. Por Rodriguez.

POSTULACION PRESIDENCIAL
Por Agustín Hervás

Los aficionados de otras generaciones. Aquellos que hemos vivido historias y transiciones, también taurinas, y hemos sobrevivido y sufrido normas y reglamentos, hemos considerado, en el devenir de estos años, con el debido respeto a los veladores del orden de la lidia, que muchos presidentes, queriendo hacer cumplir los reglamentos, la han pifiado de tal manera que en la realidad han dejado mucho que desear en el ejercicio de su profesión. Quizás como policías (los de antes lo eran) fueran buenos, pero como defensores de la afición, nefastos, algunos. No se vayan a pensar que ahora con los seglares ( presidentes aficionados) la cosa ha mejorado, algunos presidentes pueden ser muy buenos cargos de confianza de políticos, y otros buenos veterinarios, pero como presidentes de plazas de toros son muy discutibles.
En realidad lo que quiero decir es que los presidentes sin quererlo o queriendo, se entronizan también en protagonistas del festejo pues aún siendo unos chuflas (que los hay, como los hay buenos) lo regulan, para lo bueno o para lo malo. Todo depende de los criterios que se empleen y sobre todo depende del grado de afición que tenga.
No es normal encontrarse en el palco a un presidente con criterio de buen aficionado y siéndolo o no, lo habitual es aplicar el reglamento en base a su libre interpretación y por lo tanto sujeta a error. Y aquí fue cuando ardió Troya porque verán. Si ejerce la libre interpretación de la norma con criterio de aficionado puede acertar más que errar, pero si toma la norma con criterio palurdo puede que siembre el caos en las plazas.
La cosa no acaba en estas disgresiones. La cosa puede complicarse pues el presidente es a la afición lo que la afición es al publico. Se introduce ahora una incógnita a la ecuación que precisa un tratado de matemáticas modernas.
Publico y afición. Se sabe que la masa no entiende de toros. Las transformaciones socio políticas y culturales de nuestro país han cambiado. En el orden taurino también. Estos públicos modernos (en verdad cualesquiera públicos) precipitan las decisiones presidenciales y desvirtúan el espíritu de la norma, que se supone marca la directriz para la correcta lidia y se supone, a veces es demasiado suponer, en su aplicación se defiende al toro.
Le he oído decir muchas veces a uno que fue de los mejores presidentes de España, a José Luis Fernández Torres, que las plazas, la mayoría de ellas, la categoría de ellas, no las hacen, ni las dan, los públicos, sino los presidentes. Y bien mirado no le falta razón si en ello se entiende que la falta de educación taurina del publico deshace la norma y la transforma y convierte la idiosincrasia de las plazas en lo que la masa quiere que sea.
Por esto nadie nos hemos atrevido en profundizar por aquella "extraña" reacción del publico malagueño, un día de feria, en la que pidió toros cuando en el ruedo había cucarachas y los empresarios que estaban en el callejón salieron huyendo. Digo no nos hemos atrevido porque en realidad casi todos éramos conscientes de ser un hecho puntual y que para nada iba con el fuero del publico que ocupa los tendidos habitualmente.
No es en vano que el presidente y los públicos tengan tanto que ver en un espectáculo de toros. El primero debe salvaguardar los intereses del segundo y el segundo debe dar naturaleza al espectáculo que quiere en la plaza que habita.
Es por esos dos pilares de la fiesta por lo que debemos preocuparnos los aficionados y los medios de comunicación. Y debemos hacerlo yendo a nuestras raíces culturales y llegados allí, nos toparemos con las de la fiesta, y en sabiendo transmitirlas, se despertará la sensibilidad por ella en los profanos públicos.
Aficionados y "mass media". ¿Y los que viven de este espectáculo? ¿No son los más indicados para valorizarlo? Si, si por ello se entiende el respeto al toro bravo y a los valores esenciales de la tauromaquia. Pero en realidad lo que hasta el momento están haciendo es matar la gallina de los huevos de oro.
Todos estamos obligados a transformar los errores de los públicos y a enseñarles a entender correctamente las distintas suertes, hay que exigirle a los presidentes que sean aficionados y que hagan cumplir las normas. Ellos son los primeros en obligar a los públicos a entender y cuando esto se haga, habrá comenzado la verdadera evolución de la fiesta saliendo del modernismo andante que la corrompe.
Si el publico sabe puede cambiar esto y el toro podrá ser respetado... y el torero también.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Sobre el hecho de que los presidentes intenten convertirse en protagonistas del festejo vale citar lo ocurrido en Sevilla en el año 2002 cuando el Sr. Delegado gubernativo impidió que en el burladero que está junto al ocho se colocara un banderillero de otra cuadrilla para cortar el toro cuando, tras las banderillas, lo cerrase el que lo estaba lidiando con el capote. El hecho fué que el novillo quedó muy abierto y el que lidiaba fué a por él, cuando ya estaba cerca del burladero cayó en la cara y no había nadie cerca para hacerle el quite y aún así mantuvo su decisión.Yo creo que son ganas de llamar la atención, de convertirse en protagonista sin ponerse delante, a costa de lo que sea. Puntillero

Anónimo dijo...

Yo creo que al final deberiamos cambiar el reglamento y que sea el presidente, el unico que conceda los trofeos y por tanto unico responsable de todo, de lo bueno y de lo malo.
Quizas esto parezca que atenta contra los principios de la democracia, pero en otras manifestaciones artisticas, deportivas o culturales, no se dejan las decisiones al libre albedrio de la masa.
Claro, ya se que es un riesgo y que los politicos intentaran medrar en con los presidentes, pero quizas a la larga esto sea mejor.
Salud

Anónimo dijo...

En la última entrevista que se le hizo en TVE, Marcial Lalanda dijo que en tiempos de Joselito y Belmonte mandaban los toreros, antes de la guerra civil el público, despues de la contienda los apoderados, hoy (por aquel momento) las empresas con sus monopolios, cosa que no le gustaba nada y decía que lo que más temía era que un futuro lo hicieran los políticos. ¡Que clarividencia la del gran torero!.

Así ha ocurrido. Nada tiene que hacer un presidente si no está supeditado al mandato del político que lo nombra. En el caso de Málaga así ha sucedido con Fernández Torres y Santiago Dueñas.

P.Pastor