LAS ARPIAS BAILAN POR NAVIDAD

LAS ARPIAS BAILAN POR NAVIDAD
Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio

¡Qué miedo, las arpías merodean el Belén!
Todo el mundo sabe que esta ave fabulosa tiene un poder siniestramente mágico y tenebroso, que en las ciénagas de su hábitat espera sigilosa la hora de que el toro bravo caiga en sus zarpas para asesinarlo. ¡Merodean las arpías la fiesta herida y nadie dice ni mu!
La hipocresía política ha lanzado un órdago a la prensa para que, como finalmente ha sido se clamen voces en contra de la propuesta de la ministra. En mi pueblo, cuando el concejal de fiestas del partido socialista quería saber cómo iba a caer una idea entre la población iba y se la contaba al mamporrero del periódico de más tirada, que la publicaba. Pues igual. Narbona ha echado a los perros el señuelo y todos lo han mordido. Incluso sus compañeros de partido. Narbona se ríe en la intimidad cual arpía en el pantano, disfrutando del belen que se ha montado.
Todo esto "pa na". Pero en realidad nos han probado. Lo que me sorprende es que algunos toreros, los representados en la Nueva Agrupación de Matadores, le hayan hablado a la ministra. A ellos en verdad les interesa su propuesta. Se sabe que el mayor porcentaje de cornadas se producen en la suerte suprema de manera que aquello de torear sin matar, tendría que ser una bicoca. Y sin embargo nunca sería igual. Pero ahora no voy a hacer una defensa de la muerte del toro en la plaza, aunque los pelos se me escarpien cada vez que veo la escultura que Benlliure le dedicó a este emocionante momento. Ahora toca analizar más que las consecuencias de lo dicho por la Narbona. Porqué se llega a decir.
Es normal que las arpías merodeen por el Belén cuando en España nos estamos descomponiendo en nacionalidades reivindicativas de lo no español y pisando el constitucionalismo autonómico que nos lleva en lo político a descontrolar nuestra unidad y en lo personal a perder la perspectiva del significado de lo español, que nada tiene que ver con la charanga y pandereta del pasado, sino con ese orgullo innato del que ha mamado de la leche de un país sublimemente diverso en su cultura y en sus gentes. Nunca en otro país me avergoncé de que a todos los españoles nos consideraran toreros. Nunca. Entre otras cosas, porque díganme que pueblo del mundo sabe torear la vida como el español.
Es lógico que las arpías estén avizor porque no se entiende que haya una cosa que se llama Plataforma para la Defensa de la Fiesta que se arroga el poder negociador con Balañá y que después del encuentro solo se haya concluido que la conclusión de si se dan toros en Barcelona, se dará después de la publicidad de los mantecados, el cava y las uvas. Ya me advertía mi amigo Javier Tapia, que este Luis no era de fiar. La plataforma surgida del oscurantismo empresarial come de la mano de los que manejan los hilos y no se levanta, como debería ser, sobre los pilares de las distintas federaciones y asociaciones de aficionados. La plataforma se apunta a comer en las mesas de los taurinitos en vez de procurar pan para los aficionados, y en vez de proclamar su independencia, cohabita con grupos empresariales como el que apoyaba la candidatura de Casas a Las Ventas. Nada claro.
Las arpías son listas. Han oído lo de la corrida moderna y saben que pueden sacarle los ojos al toreo. Boadella por ejemplo piensa que están ciegas por el hedor de su hábitat y se equivoca. Javier Vallejo se lo dijo bien claro en la critica que de su obra publicara en El País: "No hay un verdadero debate... en la controversia del toro y el torero... el combate está amañado... no se dan replicas de altura... un tema pactado es un genero literario arcano..."
Hay una formula para luchar contra las arpías. Aceptar primero y sostener después que la verdad de esta fiesta es la muerte y consecuentemente a ello el espectáculo de la emoción. No podemos renegar de nuestra historia y debemos enorgullecernos de que nuestra bandera esté manchada con la sangre derramada por el toro y el torero. ¡Que mayor gloria para un hombre entregado a la vida! ¡Qué gran justicia para un arrogante animal!
Hagamos una fiesta fuerte. No echando tierra sobre los males que la pudren: el afeitado, el 33, el indulto generalizado, el denuesto de la suerte de varas y la comodidad de la torería... Si no procurando recuperar lo que nuestros mayores nos enseñaron de ella. La valentía, la arrogancia, el compañerismo, la solidaridad, la entrega, la sabiduría, el arte, la pasión, el respeto por el enemigo... En fin aquellas cuantas cosas nuestros abuelos nos enseñaron y los toreros hacían en los ruedos, porque si se mira bien, ¿no les parece que la vida es una gran corrida de toros?
¡Tengamos la fiesta en paz... y el Belén!
¡Felicidades!