Una de las habituales imágenes de los tendidos en la actualidad es ver como algunos asistentes (repeinados burgueses con la flor en el ojal y luciendo pareja) increpan a los buenos y verdaderos aficionados que comentan "soto vocce" o a veces con vehemencia las cosas buenas y las malas de la lidia. Aquellos no quieren aprender, estos se afanan más que por enseñar porque perduren los valores auténticos de la tauromaquia. Pasen y lean este sentido recuerdo de Pepe García.
UN VIEJO AFICIONADO
Tan veterano y añejo era que, cual nuevo Saulo camino de Damasco, su caída del caballo se produjo cuando, con quince menudos años, quedó cegado por el talento, autoridad y elegancia de Joselito el Gallo, contrastándola con la bella, trágica y alborotadora impavidez belmontina, al tiempo que enloquecía y se olvidaba de todos cuando Rafael el Gallo, "el divino calvo", se abandonaba a su propia genialidad.-
Nacer a la pasión taurina de esta guisa y manera marcó el resto de la prolongada cincuentena que le restaba de existencia, una existencia larga de sufrimientos y corta de goces -como la de tantos otros-, una existencia nacida al toreo con el toreo mismo, una afición formada y acuñada por las lecciones de un sabio de Gelves y un revolucionario de Triana.-
En la joven memoria del viejo aficionado permaneció para siempre la misma idea: su incapacidad para elegir a José o a Juan, su absoluta convicción de necesitar a los dos para explicarse el toreo.-
El absurdo marcó a su generación cuando un toro necio mató al torero más sabio, cuando lo imposible se convirtió en suceso, cuando la incoherencia mató a la lógica, cuando, en sintonía con tan agitada época, la brutalidad ciega asesinó a la razón.-
Un tanto bohemio y señorito calavera, el joven viejo aficionado estudió mas tauromaquia que aritmética, frecuentó más capeas y becerradas que bibliotecas, o aprendió en tabernas y mancebías más gramática parda que literatura.- Enemigo de la Geografía postal o del Dibujo Técnico, se empapó de la mágica geometría dictada por catedráticos como Marcial Lalanda y Domingo Ortega, pero su pasión se desbordaba con las verónicas de Curro Puya.-
Ganador de nada y perdedor de mucho tras la Guerra Civil, juró fidelidad a su inveterada soltería y encontró acomodo tras una mesa de la Casa Consistorial, lo que le permitió asegurarse un tan estable como raquítico pasar.-
Más maduro en edad que en seso, durante los años cuarenta y cincuenta, entre la rutina oficinesca y escapadas a los bares, mantuvo un enorme respeto por Manolete, pero sus debilidades eran, primero, Pepe Luis Vázquez, y después, su hermano Manolo.-
Reconociendo siempre la importancia de Ordóñez y Camino, su última pasión fue Curro Romero.-
Tras más de cincuenta años de afición, pese a corruptelas y vulgaridades taurinas y toreras, mantenía en sus últimos tiempos una elegante mezcla de esperanza y escepticismo, que conjugaba a la perfección con su natural bondad, sentido del humor y generosidad.-
Su amor y apego por la Fiesta le llevaban a decir siempre la misma frase, que profería cuando los toreros se alineaban en la puerta de cuadrillas y sonaba la música para el paseíllo: "Sólo con ver esto ya está bien empleado el dinero de la entrada; todo lo que venga después nos lo dan regalado". -
Huérfano de hijos pero pudiente en sobrinos, el viejo aficionado acudía con uno de ellos a las corridas en su última década de vida, viviéndolas, pese a su escepticismo, como un autentico acontecimiento, de la mañana a la noche, incluso con semanas de antelación.- Nunca entendió lo de ir a los toros para ver y ser visto.-
El viejo aficionado fue un extraordinario aficionado, pero aún más extraordinario fue su bondadoso y generoso espíritu.-
El viejo aficionado se llamaba Luis y yo era su sobrino.-
Almería, 20 de noviembre de 2001.-
JOSE GARCIA SÁNCHEZ.-
14 diciembre 2006
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Lo has bordao.
Publicar un comentario