29 diciembre 2006

UN TORERO DE LA VIEJA ESCUELA

UN TORERO DE LA VIEJA ESCUELA
Por Agustín Hervás

Ya no quedan o quedan muy pocos. El Belmonte Vasco le llamaban. Se quedaba más quieto que la mar y toreaba con un estilo inconfundible. Zapatillas asentadas. Barbilla en el pecho. Brazo largo como si también fuera muleta. Eso me contó Pepe Bernal de él.
Conocí a Recondo cuando era empresario junto a Juan Jiménez Alarcón de la plaza de toros de Puerto Banús. "Hervás" me llamaba. Participó con frecuencia en las tertulias que Mariví Romero y yo teníamos en Onda Cero Málaga para su feria y siempre estaba presto a la entrevista con gente cabal y porque nos consideraba a la prensa catapulta de los toreros, de los toreros que lo hacen bien.
Intimé con José María unos años más adelante durante la enfermedad del banderillero Pepe Villalón y entonces me contó muchas cosas del toreo por dentro. Hablaba con devoción de su padrino de alternativa, Antonio Bienvenida y ayudó a chavales a los que puso en figura. A Miguel Márquez lo encumbró. A Antonio José Galán lo hizo rico. A Pepín Jiménez le consolidó la vitola de artista. A Pedro Castillo lo puso en el camino. A Antonio Caba le hizo ver que ganaría más dinero de banderillero con Jesulín... y a Juan José Trujillo le ayudó por dentro del toreo para ser hombre por fuera y luego sincerarse consigo mismo para determinarse por los palos.
Su ingenio era sorprendente, tanto que hacía guasa de las intervenciones quirúrgicas que había sufrido. En una de ellas perdió un riñón. Pero la que más hondo me llegó fue aquella de la que contaba lo siguiente:
.- Chico, a veces hay que postularse como apoderado, porque si no te quitan el terreno. En algunas ocasiones han venido aficionados a mostrarme interés por un chaval que quería ser torero. Yo como es natural les daba largas...
.- Pero don José Mª que es muy bueno y quiero que lo vea usted torear.
.- Entonces me invitaban a alguna tienta o a alguna novillada y claro yo iba. Cuando terminaba todo se me acercaba otra vez el interesado y me interrogaba.
.- ¿Qué a qué ha estao bien el chaval?
.- Pues no ha estado mal, si señor.
.- Ha toreao bien.
.- Si, ha toreado bien, le contestaba yo si era verdad, pero dígame: ¿el chaval tiene padre?
Me explicaba Recondo que lo peor para un torero son los padres. Que él por convicción nunca apoderó a nadie cuyo padre estuviera metido en la carrera de su hijo. Y la verdad es que hay ejemplos que confirman la teoría de José María Recondo Rementería.
¡Descanse en paz!

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