10 diciembre 2024

FERMÍN GONZÁLEZ. De cuando Fermín y sus amigos eran maletillas.

 

Fermín González.

Compartí con él micrófono y experiencias radiofónicas en Onda Cero Salamanca durante 16 años. El mundo del toro en esa tierra castellana tiene un buqué incomparable y distinto a cualquier otra tierra taurina, y Fermín me lo hizo sentir, y de vez en cuando me lo recuerda, para que las emociones no nos abandonen ya en las postrimerías de la vida que elegimos para vivirla y contarla.

Aquí van dos historias de las muchas que me contó entre gin tonic y gin tonic, preparados claro, en los ratos libres que la feria taurina de Salamanca nos dejaba.

  

 De cuando Fermín y sus amigos eran maletillas.

Fermín González me hablaba de ir desde Salamanca hasta las Fuentes de San Esteban, a 90 km, para buscar un pitón, con unos amigos en bicicleta.

Me hablaba del frío en una estación de tren casi abandonada, mal cuidada, con hedor insoportable, pero donde se cobijaban helados, "cuando en Salamanca hacía frío".

Me hablaba de viajar en los vagones del tren que paraba en todas las estaciones para dejar la paja en las fincas.

Me hablaba de la vuelta sin tren, sin coches, sin nada, y de alguien que les sugirió una vagoneta semi abandonada, para llegar hasta las puertas de la ciudad. Llenos de llagas, de grietas y de rostros enjutos y hambrientos.

 Fermín González me contaba de cuando, con el Julichi y Félix,  les dio por ir a lo de Arranz, y cogieron la barca para pasar el río Tormes, y soltaron la presa, y entonces el caudal aumentó, y no daban más sus fuerzas para remar, avanzar, y sujetar, para no ser arrastrados. Cuando llegaron, ya de noche, cansados y extenuados, iban sin ganas de torear, pero ya allí se dirigieron hacia las tapias, las otearon y vieron vacas. ¡Suerte!, alguna herida, y un corral cerca y vacío. Salaron y metieron una vaca "pallí pal corral" y el otro se puso a torear y se hartó. Cuando hubo terminado, iban a meter otra y Julichi dijo que esa misma.

"Mira, antes que el otro y yo nos hubiésemos bajado de la tapia, vimos volar a Julichi por encima de nuestras cabezas, y zas, delante de nosotros, muerto. Vamos, creíamos que estaba muerto, hasta que nos acercamos a él y le vimos con sangre paquí y paquí, (señalándose la sien y la pierna), y vimos que respiraba. Entonces lo llevamos como pudimos pallí pa la barca y rema que  rema a  casa. ¡Anda! la que nos esperaba, bueno, a Julichi. Yo, cuando lo dejamos, me fui a casa de mi tío Pablo, que vivía por allí cerca, y se lo expliqué para que no me regañaran a mí, y también él fue a hablar con el padre del Julichi para que después de todo no le dieran al chaval manteca".

 Me contó, Fermín, que su tío quiso arrancarse con él, por lo tarde que era y por lo desastrado que llegó, y que cuando le dijo que había sido una cuestión de toros, ya se aplacó, y lo entendió. 

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