EL REJONEO CON NOMBRE DE MUJER

EL REJONEO CON NOMBRE DE MUJER
Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio

Tercera novillada del Segundo Certamen de Rejoneo de Atarfe. Novillos de Los Millares, desiguales en la presentación. Buenos los tres primeros y manejable el sexto. Soler, palmas tras aviso y vuelta; Calero, oreja y dos orejas; Ana Rita, oreja tras aviso y oreja. Todos los caballos con monturas mixtas, ese mal que Hermoso ha impuesto en las cuadras. La portuguesa queda excluida.

Los Forcados Amadores de Redondo, en el primero fallaron la primera pega pues no hubo acople. La segunda pega resultó comprometida pero efectiva. En el tercer toro la cosa fue mejor, la primera pega fue buena dejándose venir el toro de lejos. En el quinto las pegas fueron más complicadas pues necesitaron de dos antes de la tercera donde se agarraron bien y lo esperaron mejor.

Hubo una chavala que hizo el toreo. Su intención era triunfar en su debut en España como rejoneadora y cuando se dio cuenta salió de Atarfe enseñando a rejonear a "to dios". Ella no lo sabia porque con los propios nervios, los ajenos y el sin vivir de que los caballos llegaron por pocas, solo le dio tiempo a subirse en un vulgar caballejo tordo asalmonado con gamarra, y empezar a rejonear. El caballo no era el mejor "der mundo" como sí parecía el negro que sacó un chaval con pinta de señorito, que luego en realidad no valía nada más que para hacer el paseíllo. La niña, con ese quijotesco caballo, salvó la tarde. Paró los dos toros y los remató. La veía y me acordaba de Marisol y su caballo Cabriola que solo, se hizo una corrida. Claro era una película, aunque lo que hizo en Atarfe Ana Rita, para ella, no era otra cosa, que ser de cine, actuar bien, y ser nominada para los Oscar. El caballejo en cuestión era un luso árabe, que en España es como decir un hispano árabe, e igual da porque el acople entre ambos era máximo. Así los rejones de castigo. Los mejor ejecutados y colocados. Así con los rejones de muerte. Entrando y saliendo con suavidad de la suerte. Como que pasaba por allí y ejecutaba. Sin embargo lo mejor era la forma de ejecutarlos. Con estética, con elegancia, con arte. Con un decir imposible, que solo vistos se entiende la facilidad innata con la que hacía las suertes. Las banderillas o farpas, de magisterio. Un caballo lusitano, bueno. Marcaba de lejos el animal y batía justamente cuando había que batir. No para ajustarse y provocar la emoción de la angustia, sino la del oficio elegante. Clavando al estribo y hasta haciendo elegante la suerte del violín. Es cierto que hubo fallos, los propios de la fuerza que no imprimía con los rejones de muerte, o una banderilla que clavó a la grupa en su primer toro. Fallos sí. Pero fallos elegantes y cuando eso ocurre, hasta los fallos son arte.

Los otros chavales, rejoneadores de alternativa, volvieron a matar novillos en vez de toros. Pablo Hermoso de Mendoza se la dio a Calero, que también tiene sangre de Cagancho, y este mismo rejoneador fue testigo de la de Soler. Caballos poco puestos como los del que abría plaza, y caballos muy puestos como los de Pedro Calero. Los poco puestos avivaron más los defectos y fallos de su jinete, que vio como para ser rejoneador no solo es necesario la voluntad. Y los muy puestos ayudaron a tapar carencias de un chaval que quiso hacer bien las cosas y que en realidad de tan bien que quiso hacerlas, unas salían y otras no.
Después de esto no sé si su aparición en televisión les habrá sido beneficiosa. Quizás algo rentable, pero beneficiosa rebajándose a los novillos, no.
Aquí paz y allí gloria.