23 marzo 2007

SUEÑOS

¿pagaría usted por un sueño? De alguna manera todos aquellos que necesitamos soñar pagamos el sueño quizás con un valor que no cotiza en bolsa, sino en el alma.
Lean a Pepe García.




SUEÑOS.-

Aquel niño no conocía las dehesas salmantinas ni las vegas y marismas sureñas, aquel niño pertenecía a un Sur distinto, agreste, seco, desértico y mísero.- Su patria chica era conocida en el resto del país como la "tierra de las legañas", la tierra del esparto y la uva.- Tierra dura y pobreza dura en un país duro, embrutecido aún más, si cabe, por las secuelas de una incivil y reciente guerra.-
La pequeña y familiar tienda de ultramarinos, la albañilería o la carpintería, cuando no la pesca o la descarga de fardos en el muelle, parecían su mejor y probable futuro, un futuro pequeño para un pequeño en una realidad pequeña.-
Cuando tenia diez, doce o catorce años, no se sabe muy bien, tuvo la suerte y la desgracia de colarse en la Plaza de Toros un día de Agosto de l944.- Nunca había estado allí y ojalá nunca lo hubiese hecho.- Aquella tarde descubrió la magia, las luces y brillos de un arte desconocido para él.- Tres hombres toreros –Domingo Ortega, Manolete y Luis Miguel Dominguín- lo llenaron de asombro y envidia, le envenenaron la cabeza y el corazón con la maldita obsesión de ser como ellos, de hacer con el toro todo lo visto y lo por imaginar, de manejar aquellas telas para expresar con ellas sensaciones y sentimientos, su vitalidad entera.-
Desde aquel día todo cambió para aquel niño, sordo y ciego ya a cualquier advertencia, admonición, ruegos y hasta amenazas de su entorno familiar y escolar, poseído tan sólo por la deletérea idea de hacerse torero en una tierra sin toros y de escasos toreros.- Todos los obstáculos parecían estrellarse ante aquella voluntad de hombre en cuerpo de niño, todos los inconvenientes no eran sino pura fruslería para aquella ambición tan promisoria, todas las razones se desvanecían como humo ante tan empecatada y tozuda actitud del infantil soñador.- Por tanto, de mejor o peor gana, a trancas y barrancas, cedieron las presiones en contra y familia y amigos aceptaron como inevitable esta decisión de ser torero.-
Para ser torero, primero hay que hacerse torero, un proceso que tiene mucho de iniciático viaje, de recorrido por las amarguras de la vía ascética, de transitar los misterios de la vía mística y de salvar las peripecias de la vía picaresca, que no es otra cosa que una mística hacia abajo.-
Nada de ello le fue ahorrado al torerito de secano, que sólo aliento y buenos consejos podía recibir de la media docena de viejos toreros y aficionados que le apoyaban en su ciudad, por lo que viajó como pudo a las dehesas y a las marismas, aprendió a trompicones los rudimentos del toreo, solicitó oportunidades y puertas abiertas en esas ciudades donde se mueven los hilos del poder taurino, recibió algunas ayudas desinteresadas –muy pocas-, buenos consejos –muchos-, varias oportunidades en plazas importantes –escasísimas-, un sinfín de revolcones y un par de cornadas de pronóstico, toreó en bastantes pueblos un par de años, fue engañado las más de las veces por sus mentores, tratado con justicia en las menos de ellas, se prestó a alguna que otra maniobra poco limpia y, por si fuera poco, hasta quisieron comprar su cuerpo para gozarlo.-
Tras seis años de viaje, el cansancio, el desengaño y el dolor le hicieron poner punto final a su aventura, dudoso ya, además, de que sus facultades fuesen tampoco nada del otro mundo.-
Tras seis años de viaje, un hombre cansado, un juguete roto, era lo que quedaba de aquel chico.- No se sabe muy bien si su afición le hizo buscarse la vida en los aledaños del mundo taurino o si su camino le llevó a trabajar en cualquier otra cosa.- Lo que sí se sabe es que este hombre de hoy encierra al niño de ayer, a aquel niño que, una tarde cualquiera en una plaza cualquiera, se encontró con un torete y lo entendió a la perfección, lo toreó casi tal como había soñado, se embriagó con su propio arte y fue transportado a una realidad distinta.- Este hombre nunca lo olvida y, por ello, no puede evitar vivir, pensar y sentir en torero, ser torero.-Y sueña despierto.-
Almería, 23 de febrero de 2001.-

JOSE GARCIA SÁNCHEZ.-

P.D.- Con todo mi afecto y respeto a todos los toreros de Almería que no alcanzaron sus sueños.-

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que bonito cuento ¡Enhorabuena!
Con cariño !Trinchera de Paracuellos!