03 abril 2006

REIVINDICACION DE LA VERONICA

REIVINDICACION DE LA VERONICA
Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio
Tribuna de Salamanca

Caía por vez segunda en su camino al calvario con el rostro ensangrentado de clavársele las espinas de la corona, el cristo condenado, cuando decidida en el ánimo, valiente en el gesto, sencilla en su compostura, limpia en su alma y compasiva en la entrega, Verónica ofreciole el paño abierto para enjutar en el, el herido rostro del reo. Ni más virtud, ni más pureza que el gesto de entrega y el desprecio al riesgo.
No podría ponérsele mejor nombre que el de Verónica, al lance más puro que del toreo es, y lo es hasta sagrado y por sagrado el que debe darlo con la pureza que merece un lance tan así.
Aquel que al rostro del burel acude con decisión, con la valentía de enfrentarse a un toro levantado, con la sencillez de un lance puro, sin alharacas ni adornos, limpio en el trazo el capote que se presenta, con el compás abierto, sin ventajas, llevándolo en los vuelos toreado, es aquel que dice el toreo a la Verónica.
No corren buenos tiempos para este lance exacto, puro y verdadero. Ahora los nuevos príncipes del toreo prefieren lances bastardos, llenos de Revoleras, vilipendiosas Chicuelinas, Tafalleras aliviadoras y cualesquiera otros capotazos que llegan con hilaridad a la masa que ruge con aparato el verbo que no saben pronunciar.
La Verónica es a más de sagrada, mágica y eso le da un grado de eternidad que no adquiere cualquier lance del toreo. Pero además debe saberse interpretar para que contenga en si toda la esencia del lance bello y eterno.
Sea pues el toro en el ruedo levantado y fijado por los peones, y haciéndose presente el torero, después del estudio de la salida, debe citar con medio pecho a media altura el capote bien cogido, no como si fuera cualquier trapo, y en el momento del embroque debe adelantarse ligeramente la pierna que torea y conjuntar su movimiento de levantar un pelín el talón, con el de la mano baja que también torea, en el momento de la humillación del animal, mientras sin perder la compostura, abriendo el compás la pierna de salida, como avanzando para ganarle terreno al toro y jugando el brazo de salida levantado, todo en un conjunto armónico que cree cuerpo de belleza e instantánea escultural y no parecer estar pisando un campo de papas.
Las de Curro Romero, las de Emilio Oliva y las de Andrés Hernando que nos retrata Botán en el año 1967, son Verónicas de escuela. Porque las que daba, un poner, Espartaco a pies juntos sin llevar el toro toreado, no lo eran más que de alivio, de dejar el toro pasar y ese verbo no hace al torero ni da cuerpo al toreo.
¡Si estos chicos aprendieran!

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