UN FEBRIL ENCUENTRO
Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio
Tribuna de Salamanca
Ser amante de la fiesta no depara, créanme ustedes, muchas alegrías. ¡Como ser amante del tabaco en estos tiempos! Ver corridas de toros, fumar y gustarle a uno las mujeres no es hoy en día política y socialmente correcto. No tenemos bastante con argumentar y denunciar los males de nuestra fiesta para que de vez en cuando aparezcan por esos pueblos de Dios, algunos majaras violentos, febriles por suavizar el termino, que nos llamen asesinos a los que amamos el toro bravo. Suelo rehuir este tipo de encuentros pero algunas veces para los críticos taurinos es inevitable la encerrona.
Uno de los errores más comunes en que incurren estos violadores del Graffiti es comparar el dolor animal con el dolor humano por asimilación al sufrimiento debido a que establecen una igualitaria escala de valores entre ambos. No voy a ser tan incauto de no reconocer el dolor animal sin embargo me gustaría introducir el sufrimiento como un elemento de discusión ya que el sufrimiento tiene connotaciones de paciencia, de tolerancia, de padecimiento, de pena y esas sensaciones son más del patrimonio humano como ente pensante y discursivo que de la bestia que está más por lo relativo al cuerpo.
No soy un experto en la materia pero toro y hombre no tenemos los mismos sistemas nerviosos aunque tengan algunos puntos en común. El del toro es un sistema muy excitable que no se anula con el dolor y por consiguiente le lleva a continuar en la lucha. El del hombre se atrofia y tiende a inutilizarlo en sus movimientos.
A menudo se nos acusa de ser unos seres crueles y ser cruel es una actitud más que un sentimiento. Por ejemplo cuando se tortura a alguien es necesario que ese alguien tenga una actitud pasiva, es decir sea una víctima y quien contempla la tortura por vocación es una persona cruel porque participa y disfruta con la violencia que se infiere a la víctima. Estoy con José Carlos Arevalo cuando dice que la crueldad no es un sentimiento que sirva para definir el toreo.
El toreo tiene una serie de tecnicismos que hacen posible el dominio del toro. Veamos. El parar, templar y mandar, los tres cánones básicos del toreo determinan el dominio de la violencia que indiscutiblemente en el acto de toros asume el toro bravo y a esa violencia generada por el animal le llamamos peligro y en consecuencia un semoviente que emite peligro no puede ser un ser pasivo sobre el que se infiere otro acto de violencia como sí es considerado en la tortura.
El violento no es el torero sino el toro ya que el hombre en cualquier acto frente al toro ha de sortear el peligro, por eso cuando se produce la tragedia de la cogida nadie define al animal de culpable pues coger es consustancial al toro bravo y defenderse es natural en el hombre y el que lo hace vistosamente lo convierte en toreo y el que lo adorna con estética lo convierte en arte por eso el espectador de toros no es cruel, es admirador de una belleza, si quieren rara, que sublima el limite de la vida y de la muerte y que va más allá incorporándose en nuestro espíritu al conectar toro y torero con la angustia vital del hombre: la muerte.
05 diciembre 2005
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