09 marzo 2007

EN EL ARTE, COMO EN LA VIDA

"torear es el arte de conducir un toro a la muerte haciéndole recorrer el camino de la lidia, que no es otra cosa que el soporte técnico del toreo mismo, donde cada pase o lance es el qué y la lidia su porqué"
En este articulo José García, con toda razón, ejerce su derecho a criticar al critico y al aficionado. Examen de conciencia, dolor de los pecados... y proposito de la enmienda. Pasen y lean, lean...

EN EL ARTE, COMO EN LA VIDA.-



Alegres y reconfortados deben andar millones de españoles desde que los andrólogos han comprobado y contrastado la longitud y grosor del pene nacional, desbaratando y aliviando, respectivamente, las fantasías de unas y las angustias de otros, que pensaban que por debajo de los veinticinco centímetros de rigor se entraba en la minusvalía.- Los trece cincuenta y ocho de largo por los tres ochenta centímetros de grosor nos instalan en la realidad de las cosas, nos hacen descender a la tierra, que diría el Jefe del Ejecutivo y, además, nos colocan en privilegiada posición en el concierto internacional falocrático.- ¡Casi nadie al aparato, y nunca mejor dicho!.-
Aficionados y críticos taurinos hay que, por rigidez o intransigencia unos, por acomodaticios e interesados otros, por frívolos o venales aquéllos, desvalorizan o revalorizan a su antojo, y siempre desde el prejuicio, la obra o la labor de estos o aquellos toreros.- Así, para determinados exquisitos, toreros y toreros pasan ante sus narices y no aprecian más que la esporádica y refinada belleza de los apuntes, simples apuntes, de sus artistas predilectos; otros, con la grosería que les caracteriza, no valoran más que la cantidad de pases o lances, sin entrar en su porqué ni en su para qué, ni en el fondo ni en la forma.-
Estas dicotomías han llevado, a veces, a cometer injusticias con artistas de auténtica valía, a los que les cuesta mucho triunfar en determinados feudos por encasillarlos injustamente en este o en aquel lado del espectro.- Para corroborar lo que digo, hagan la prueba de examinar y remirar viejas fotografías de toreros tildados de valientes y descubrirán en más de una de ellas auténticos ramalazos de arte.- También sería bueno recordar que grandiosas figuras del toreo se consagraron con planteamientos técnicos heterodoxos, convirtiendo vicios en virtudes gracias a su inmensa personalidad.- El ejemplo más claro lo tenemos en Manolete.-
Ya he dicho en alguna ocasión que torear es el arte de conducir un toro a la muerte haciéndole recorrer el camino de la lidia, que no es otra cosa que el soporte técnico del toreo mismo, donde cada pase o lance es el qué y la lidia su porqué.-
Por tanto, lo importante es torear y no dar pases.- Si se torea, la obra es auténtica y digna de admiración.- Si, con naturalidad, se para, templa, manda y liga, se torea.- Así de simple.- Ahora bien, el torero, como creador de arte que es, tiene absoluta libertad para su expresión, y el crítico y el aficionado, por su parte, han de anhelar una absoluta capacidad de comprensión.- Por eso, con impecable lógica cartesiana decía Gregorio Corrochano que el mejor torero sería aquél que más toros entiende y que más suertes del toreo conoce.- Por eso también, con la misma lógica, decimos que el mejor aficionado –o critico, que tanto da- es aquél al que le caben más toreros en la cabeza.-
Parece sencillo pero no lo es, y no lo es porque, para entender el fondo de la cuestión, hemos de volver al principio y el principio es el toro.- Sin entender al toro no se puede calificar al torero.- Sin conocer al toro todo es muy difícil, tan difícil como esos matrimonios en que el ayuntamiento se hace imposible por desconocimiento del uno hacia el otro, donde la voluntad de un cónyuge, cual mosca cojonera, se empecina en imponer costumbres, hábitos, modos y maneras de hacer, sentir, decir o hasta de respirar a su no menos terco compañero de viaje.- Querer y no poder, porque para querer y poder, primero hay que saber y entender, y para entender hay que respetar la libertad.-
Libertad de hacer y libertad para expresar.- Si matamos la libertad, matamos el Arte y matamos la Vida.-
Almería, 16 de febrero de 2001.-
JOSÉ GARCÍA SÁNCHEZ.-

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