29 noviembre 2018

EL ARTISTA MORATALLA


PEDRO TOLEDANO
Definir como cabal a un aficionado a los toros es mucho. Tiene que aunar, además de exigencia, y también moderación, conocimiento del toro, sensibilidad para enjuiciar al torero y luego, además, saber explicarlo. Eso Enrique Moratalla Barba (Albacete, 1947/Valencia, 2018), lo bordaba tanto con la Leyka como con el pincel. Era un artista grande en las nada fáciles parcelas de la fotografía y de la pintura, y más que nada, un apasionado del mundo de los toros.
Pocos ha habido que hayan sabido captar los ángulos más bellos de todos los elementos que configuran la Tauromaquia: el toro en el campo, en la plaza; la vaca criando a su reata, a los toreros en su instante cumbre, y también, y de qué manera, a los personajes que la adornan, con un especial atino con la gente menuda, los niñ@s agrandaban su magia. Una delicia son las joyas que, por su generosidad, nos ha legado. Una exposición en su memoria sería, además de un justo y merecido homenaje, un magnífico canto a la Tauromaquia más auténtica.
Y nosotros, por esos regalos que te da la vida, tuvimos la inmensa suerte de disfrutar del talento que atesoraba el amigo que nos ha dejado. Nos conocimos en la edad en la que los lazos de amistad se hacen tan fuertes que, aunque haya épocas en las que las obligaciones te recorten el disfrute de la amistad, no se rompen nunca. El pasado jueves, cuando José Luis Benlloch y Daniel Ruiz, le acompañamos en su último paseíllo, en su Albacete natal, comentábamos los perfiles más sobresalientes de quien considerábamos un aficionado cabal.
De entre todos, quizás el de gran crítico, también con los amigos después de un tentadero -infinidad de ellos en El Cortijo del Campo, en la añorada Alcaraz-, sobresalía. No regalaba un halago como no fuera que de verdad le hubiera convencido lo visto. El toreaba poco, pero cuando lo hacía, casi siempre nos mojaba la oreja. Y si nos retrataba, primero, como cura de humildad, nos enseñaba las que no queríamos ver, para después sorprendernos con la que te invitaban a presumir. Entrañables recuerdos. Hasta siempre amigo.

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