Manuel Díaz. El Cordobés. Archivo.
Los días son tristes. Se alargan las noches en los vanos presagios de futuro, y los sueños no reparan la amargura. La Resistencia llega afligida. En los resistentes hay recuerdos de antaño que afloran por demasiado tiempo augurando un incierto tiempo de oscuridad.
La muerte de Manzanares, más allá del dolor y el recuerdo en una familia, no ha suscitado entre los coroneles más comentario que el de ser un torero con gusto, estilista, demasiado rácano por ocultarnos todo el potencial que atesoraba, y que cuando lo ofreció conmocionó, por su esencia y verdad. Se recordó la noche de Puerto Banús con Paula y Curro Romero. Y una tarde en Madrid, donde siempre se lo pusieron difícil. Fin. No volvieron a hablar.
En las dudas que para el futuro del toreo se presienten, tiene algo que ver la comunicación. ¿Cómo se explica que en la corrida no sufre el toro? ¿Cómo se explica que los muletazos que da un torero sean una composición artística, y no un truco para marear al animal? ¿Cómo se defiende que las suertes de la lidia son un compendio de técnicas para crear arte, y no la vejación de un animal que en esencia es arrogante?
El espectáculo de toros tiene necesariamente unas connotaciones que conviene matizar. Es un espectáculo cruento, pero no cruel. Porque hay sangre es cruento, pero es un espectáculo reglado para evitar la crueldad. Es violento, porque la fuerza del toro bravo en sus acometidas, produce escenas con fuerte carga emocional para el torero. Artístico, porque el torero se encarga de suavizar esas embestidas con su oficio muy personal. Y es entonces cuando se habla de ritmo, de pellizco, de estética... de arte.
En nada beneficia al futuro de esta fiesta imágenes como la de El Fandi sentado en un toro mortecino. Denigra al toro y a los amantes de este arte, y pone en boca de nuestros enemigos argumentos destructivos.
Los resistentes ven en los espectáculos populares que son comunes a la mayoría de las regiones españolas, una contribución al aumento de la afición, pero vistos y sufridos en el pueblo las agresiones de la crisis económica, el pueblo olvidará fácilmente sus aficiones en favor del canto de sirenas que les llega de “pan, tierra y libertad”. En consecuencia arribará un partido político al poder, que abolirá la tauromaquia, que no la prohibirá, por aquello de las connotaciones semánticas del verbo, para conformar a la plebe nacionalizando bancos y dando hipotecas gratis. Una concesión, por otra. Pero esto será un error. Igual que la locura colectiva con el perro Escalibur porque los valores de las personas incomprensiblemente han cambiado. Igual que la ética animalista vuela por encima de la de las personas. ¿En que nos hemos equivocado al educar a nuestros hijos, que se motivan más rescatando a un perro que salvando la vida de un niño hambriento?
Si esto es así los ancianos tendrán un futuro muy frio, y los toros vivirán en un Parque Temático. Algunos resistentes pensaban que nunca verían el final de este espectáculo, y ahora lo ven más cercano. Quizás en las próximas elecciones generales.
Mientras el toreo anda mirándose el ombligo, los políticos de nuevo cuño se frotan las manos. Luego mientras ellos están en la corrupción, nosotros estaremos buscando los culpables del desastre. Y el desastre hace tiempo que se instaló entre nosotros. Toros disminuidos en casta y trapío. De factoría. Toreros sin el mínimo pudor de la decencia, hurtando sorteos, pesos, y pureza en la práctica de este arte.
No salvaremos la tauromaquia ocultando nuestros pecados. La salvaremos recuperando la integridad, la verdad y la ortodoxia. La vuelta a los orígenes. Al toro fiero, y al torero bragado.
No podemos ofrecer este espectáculo como si siempre viéramos lo mismo. No emociona y nada parece diferente. El toro es la verdad del toreo y por consiguiente hemos de devolverle su dignidad.
En los entresijos del toreo, el que se mueve molesta, el que se para gusta. Es decir, a muchos políticos marimandones también en este negocio, y a muchos taurinitos, no les gustan las críticas, que generalmente se entienden para destruir y no para construir. Así de bajas son algunas mentalidades de este negocio y en general de este país. Quizás por esa grieta se haya colado gran parte de la corrupción que nos mancha. Los interés de la fiesta, son excesivamente mercantiles. Todos cobran. El altruismo brilla por su ausencia… hasta en algunos festivales benéficos.
En el toreo como en la sociedad hemos defenestrado la autoridad. La palabra, y la persona, molestan. Tanta dulcificación nos ha llevado a un compadreo exasperante y demasiado chabacano que con la apariencia de hacernos a todos iguales, lo que nos ha hecho ha sido más irreverentes e irrespetuosos. Todo vale, todo está bien, y por lo general se olvida que a una persona se le llama de tu cuando han comido en el mismo plato. Devolver autoridad a las instituciones, devolver autoridad a los presidentes haría de nuestras plazas de toros, mas serias.
La Resistencia con las esperanzas mermadas, cabizbajos, se pliegan.
Yo notario doy fe.
Agustín Hervás
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