ELOGIO DE LA CHICUELINA
Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio
Tribuna de Salamanca
Fernando Botán uno de los más prestigiosos fotógrafos taurinos nos ha dejado un legado de impresionantes fotografías que de forma notarial han registrado la tauromaquia de unos años de esplendor en este arte. Comienzo con el auxilio de tan digno profesional una serie de artículos que pretenden rescatar del olvido tauromaquias que o bien se han olvidado o desvirtuado como es el caso de la Chicuelina.
Durante toda la pasada temporada he venido reclamando en lo que denominamos incorrectamente el tercio de quites, la Verónica como expresión pura del toreo de capa, y denostando el zarrapastroso toreo de alivio que con el capote han ejecutado esta nueva hornada de toreritos de pitiminí.
Con la convicción errónea de estos aprendices de toreros, o sus secuaces, de que el uso de la capa a la manera de Revoleras, de Chicuelinas, de Largas Cambiadas, Galleos, Navarras, Tafalleras y etcéteras, son del mejor agrado del público que si lo que ejecutaran fuera una Verónica bien dada, hemos privado al publico en general del más firme toreo puro de capa y a la vez hemos frustrado al aficionado que ya sabe las diferencias entre un lance de alivio y un lance de toreo bueno, además de obligar al olvido de ciertas suertes, acostumbramos al neófito a lances impuros que obedecen probablemente a la mala educación recibida, al poco fuelle de las nuevas generaciones o a la dificultad intrínseca que tienen las cosas que se hacen bien sobre las que se hacen mal.
Sin embargo si repasamos la historia de la tauromaquia, cuya prueba evidente son estas fotografías de Botán, nos damos cuenta de porqué la confianza que tenemos en los toreros de las nuevas generaciones es mínima y que en realidad estamos rodeados de mucha vulgaridad.
En el toreo los lances y los pases no surgen en la mente de los toreros por generación espontánea, sino que son el resultado, la mayor parte de ellos, de trances difíciles de los que en alguna ocasión hubo de salir el torero por las imprevistas acometidas del toro. Por ejemplo la Chicuelina que hubo de ser puesta en práctica debido a que por la premura reposición del toro en el lance ya no cabía ponerse bonito, abrir el compás y cargar la suerte, si no que a manera de alivio el torero hubo de liarse el capote a la cintura para dejar pasar al toro con más aire. Luego de ser considerado un lance arriesgado y emocionante fue purificándose para hacer de ella además de espectacular un recurso propio para ir recortando las largas embestidas de los toros y acoplar así las velocidades del animal al entendimiento del torero.
Soy de la opinión que nada en el toreo es por casualidad, sino que cada toro necesita de la aplicación de unos lances y pases determinados para el buen fin de su lidia.
Sea quizás por la inoperancia del matador, o del poco oficio las Chicuelinas que hoy en día se dan son absurdas, antiestéticas y degradantes en la escala de los lances. De los toreros en activo me sigo quedando con las personalísimas de Manzanares padre y como botón de las buenas que se han dado la que ven de Paco Camino, y las dos de Diego Puerta.
Si estos niños de ahora quisieran no hacerle caso a los cantamañanas de profesores que tienen y se dedicaran a buscar en los anales de la historia bien hecha y bien contada, junto a consejos de buenos toreros, de cómo era el toreo de siempre quizás recuperáramos en cada Chicuelina la emoción debida al porqué de su ejecución y a la estética de su trazo.
14 febrero 2006
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