Rafaelillo tirándose al suelo para no ser arrollado por el cuarto. Foto de ok.diario
En el toreo la dignidad importa, igual que la torería, el oficio, la técnica, el duende, y tantos otros conceptos que le dan importancia a lo que un torero hace delante de la cara de los toros. Todo lo que se le hace a un toro tiene que ser con dignidad y con dignidad, un torero, tiene que aceptar los momentos malos delante de la cara de un toro bravo.
El cuarto fue un toro correcto de presentación que se dejó a menos en varas y que en banderillas esperó y arreó. Repitió en la muleta por el pitón derecho echando la cara abajo y por el izquierdo fue bueno. Esto hasta que fue a menos y se puso gazapón, andarín e incómodo. Pero con motivos.
Rafaelillo se fue a la puerta de toriles y para salvarse de ser arrollado tuvo que tirarse a la arena desluciendo el esfuerzo y desluciéndose a él mismo. Luego dio pases con la derecha pero no nos decía nada y cuando se fue por el pitón izquierdo el toro lo cogió aparatosamente dándole una paliza de aúpa. A partir de ese momento la dignidad se le cayó al murciano. Volvió a la cara del toro pero ya no podía, y además nos lo hacía ver a todos los espectadores, como diciéndonos, que no puedo pero que voy a volver a ponerme. Y nada con esa escasa dignidad de no taparse las miserias de la voluntad, y la paliza fuerte, solo pudo estar, ya, valentón. Los gestos eran de dolor, de mucho dolor, de poca entereza, yéndosele la dignidad por la veteranía y porque el dolor le importaba más que su orgullo. Y en su dolor, hasta suplicó una oreja que el público le pidió y el presidente concedió, después de una estocada contraria, trasera y tendida. Pero en realidad se le fue el toro, antes de la cogida.
Un toro grandón fue el primero, que se dejó en varas yendo a menos y que a banderillas acudió cortando y con la cara arriba. Un toro descastado que no se entregó, y que solo humilló un instante pareciendo lo que no era. Rafaelillo estuvo con el, solvente y sin opciones.
La otra dignidad fue la del torero que se va, Fernando Robleño. Con oficio, entrega y tesón en su primero, segundo de la tarde, que con muletazos por abajo consiguió meter al Escolar por el izquierdo. Un toro correcto de presentación manso en los dos primeros tercios y que a la muleta llegó con interés por el pitón derecho y dejándose por el izquierdo, aunque su casta tuvo complicaciones.
El quinto de buenas hechuras y presencia se dejó en varas pero sin alaracas y cortó en banderillas con las que estuvo bien Iván García. Luego a la franela llegó manejable con posibilidades. Robleño anduvo con oficio pero tomando precauciones, tanto que a veces todos los muletazos parecían mantazos. Si le anotamos algunos buenos naturales para eso, salvar su dignidad. Mató fatal.
El hambre de Juan de Castilla es manifiesta. Cortó una oreja al tercer toro que fue ovacionado en el arrastre. Un toro playero y chico, culipollo y viejo. Se dejó a menos en varas. Esperó en banderillas y a la muleta fue con pies, con casta, con interés, con más entrega por el pitón izquierdo y yendo a más y con mejores embestidas. El colombiano inició la faena de rodillas en el centro del ruedo pegando naturales de aquella manera. Algo de toreo bueno en redondo, sobre todo con solvencia y valentía y con precauciones. También irracional por los muletazo finales de rodillas. Al entrar a matar no hizo la cruz y el demonio se lo llevó, fue cogido por el pecho, pero continuó para matarlo de trasera tendida y un aviso antes de la oreja.
El sexto un toro alto y grande, descastado, que no tenía un pase. Un marrajo de libro. El chaval puso voluntad pero estrellada por no tener opciones. Pasó el quinario para matarlo.
La corrida de Escolar desigualmente presentada, con cara y con cuatro toros (2º,3º,4º y 5º) con posibilidades. El tercero fue ovacionado al arrastre. En general todos emocionantes.
¡Aquí paz y allí gloria!
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