Las tardes son como son, y ese es uno de los interrogantes que los aficionados sopesamos antes de una corrida. Expectativas y luego resultados.
Lo que yo vi ayer en Pamplona fueron dos faenas de Pablo Aguado llenas de torería, de gusto, de saber andarle a los toros y de estar colocado para poder realizar las filigranas toreras a sus dos jandillas. Lo que vi de Juan Ortega fue un toreo reposado, con temple y un futuro que se le adivina, en cuyas plazas yo quiero estar. Lo que vi de Roca Rey, fue decepción (mía y suya) porque lo he visto perdido, sin ideas y sin resolver situaciones que en otras ocasiones ha resuelto con la gorra y que ayer, ni con un arrimón pudo.
Los toros de Jandilla desiguales de presencia, en general mansos en el caballo y que en las franelas se dejaron con matices. El segundo fue del hierro de Vegahermosa, bien presentado, que no se empleó en varas y bueno, de más a menos en la muleta. Al tercero se le aplaudió al arrastre y al cuarto se le pitó.
Juan Ortega con su primero, que iba y venía pero que no se entregaba y que tenía bondad, y que sin ser malo tampoco fue el mejor, pegó pases, no metió al toro en la faena, que no crujió y que la sustentó con detalles estéticos. Mal con la espada. En el cuarto, un toro melocotón y grandón, lo intentó pero no funcionó nada de o que hizo. Al toro rajado y descastado lo despachó con media baja.
Roca Rey despachó al de Vega Hermosa, un toro noble y bueno que se dejó de más a menos, pero al que Roca Rey no trató bien. Mantazos cuando lo pasó de capote. Emocionante el inicio de faena de rodillas en el centro del ruedo, pero luego enganchones y exabruptos entre algún muletazo bueno. Sin redondez en el trasteo cuando llegó al arrimón aquello ya no interesaba a nadie. Con la espada de juzgado de guardia. No entendió el peruano al quinto de la tarde que cuando se le hacían las cosas bien metía la cara, pero que él se empeñó en ponerse perfilero, porfión, descolocado. Algunos muletazos buenos por bajo que no tuvieron continuidad porque la cabeza de Roca Rey no está funcionando bien. Muy mal con la espada.
Cuando Pablo Aguado hace el paseíllo y despliega las telas ante los toros llama mi atención porque, y no es la primera vez que lo digo, me recuerda a Pepe Luis Vázquez, a aquel sabio torero de San Bernardo. Nadie de la torería andante, hoy por hoy, le sabe andar a los toros, tan bien, como este torero sevillano, y eso, en los tiempos que corren, ya es un extra para pagar por verlo.
El tercero fue un toro bien presentado y encastado que tuvo recorrido y un pitón izquierdo bueno. Pablo Aguado nos mostró algo de su capote recibiendo al Jandilla y en un quite hecho por delantales abrochados con una media, arrancamos a aplaudir. Luego quitó Ortega con verónicas y media de sabor. Los muletazos de Aguado tuvieron calidad y torería, andándole al toro con donosura y soltura, y aunque la faena no tuvo rotundidad, con lo visto, a mí me satisfizo. Anduvo con pinzazos y perdió los trofeos.
El sexto, un toro grande, largo y vareado no tuvo clase, y aunque iba y venía lo hacía sin humillar. Pablo Aguado nos deleitó con alguna tanda de naturales buenos y con detalles de torería. Pinchazo y media trasera. Tendría que revisar el sevillano el manual de la suerte suprema.
¡Aquí paz y allí gloria!
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