23 octubre 2024

ONE TORO TV Y LA LENTA AGONÍA DE LA TAUROMAQUIA.

Foto de la red.


 Hace unos días, la plataforma de televisión One Toro justificaba la no emisión del resto de la temporada que los abonados habíamos contratado, argumentando pérdidas millonarias, pocos abonados, mucha piratería y derechos de imagen fuera de rango.  

Hace tiempo que estoy fuera de la información taurina profesional por lo que no pretendo dictar pedagogía al rededor de este negocio, pero mi amor a esta fiesta, a su historia y a las gentes que nos han traído sus emociones hasta estos días, me hacen, como no puede ser de otra forma, sensibilizarme con los avatares de este mágico mundo, y es entonces cuando utilizo este blog, que inicié en el año 2005, para, contar y opinar sobre los sucesos al rededor del toro bravo. 

Lejos quedaron los días en los que el romanticismo imperaba en la tauromaquia. Cuando la fiesta se mercantilizó, todo empezó a cambiar. 

Y todos evolucionamos. 

Por ejemplo, “los plumillas”, es decir, los pseudo periodistas, primero, y los periodistas después.   

Los primeros comprando espacios en periódicos y radios para informar y llevarse el sobre de los matadores, a los que yo siempre llamé “sobrecogidos”, y los segundos que coincidieron con la irrupción de la televisión en nuestro país, para difundir de otra forma distinta este espectáculo. 

Por eso, cuando se televisaba una corrida de toros, en las pocas casas donde se compró ese aparato, a finales de los años cincuenta y en la década de los sesenta del siglo pasado, todo era una fiesta y un alboroto. 

Por eso, cuando se anunciaba una corrida por televisión, todos los aficionados nos alegrábamos, y por eso, cuando Canal Plus irrumpió, de la mano de Manolo Molés, en este negocio para emitir las ferias más importantes, se universalizó la tauromaquia. 

En definitiva, que el mundo del toro, pese a ser un mundo endogámico, y la televisión, caminan de la mano, y mucho más en este siglo XXI, que es el siglo de las tecnologías. 

Recuerden que de Canal Plus la cosa pasó a Movistar, y que empezaron a aparecer las emisiones a través de la gran red de redes.

Mal que bien, la cohabitación, (luchar contra el hermetismo del toreo fue siempre un hándicap), entre ambos mundos, se soportaba, hasta que hubo una voz discordante en toda esta historia, que, en realidad, no era cualquier voz, y que tuvo diferentes respuestas.

Los que estuvieron a favor, pocos, y los que estuvieron en contra, muchos. 

Llegó José Tomás, y mandó parar. 

Y a partir de ese momento nunca más se dejó televisar una corrida de toros, y además dejó de torear en las plazas de tercera. 

No entraré a analizar esa época, ni a pormenorizar detalles, solo diré que ese fue el primer punto de inflexión de lo que ahora sucede con la televisión de pago, y los toros.

Recalco, la televisión de pago, única que ofrece ferias completas, y las televisiones públicas, que ofrecen puntuales festejos. 

José Tomás argumentaba algo que en todo el mundo era lógico, menos en este país. Los derechos de imagen son relativos a cada artista (torero, en este caso), y no al empresario.

Es decir, el torero se contrata con la empresa para torear, pero el empresario no puede cobrar los derechos de imagen de los toreros, y luego pagar el montante de honorarios y derechos al torero. 

Sencillo. El empresario paga al torero por torear. El empresario cobra a la televisión derechos de emisión. La televisión paga al torero derechos de imagen.

Como esto no fue atendido, y cada uno fue por su lado, (en el toreo la unión brilla por su ausencia, salvo en el ruedo), las televisiones negociaban con las empresas y los toreros cobraban, unos sí, otros no, sus derechos de emisión, que no de imagen. 

Y esto entronca con lo actual que está pasando en  One Toro. 

Como nadie puso negro sobre blanco este tipo de negocio, aquí cada cual ha ido a su bolsillo, hasta que la cosa ha reventado. 

Movistar anunciaba pérdidas, porque los abonados no cubrían los gastos, y vio una justificación para cerrar su canal, cuando irrumpió esta plataforma. 

Llámese Mundotoro TV, u One Toro TV, la cosa es que sabiendo de las experiencias empresariales anteriores, estos advenedizos empresarios,  (recordemos que el primer capital de la empresa no era español), no hicieron un correcto estudio de mercado, creyeron que debido al momento dificultoso, en lo social y político, de la fiesta, todos nos comprometeríamos con la causa, y nos abonaríamos.

Es decir, en su estudio de mercado faltó la previsión de piratería, tan frecuente en lo hispano e inglés, y además, creyó que podían seguir negociando con el mismo modelo, con las empresas. Esto es, a la baja, según con cuál. 

Además, el eslogan elegido para el canal, en mi opinión, no es el más adecuado: “Defendamos lo nuestro”, no incluye a todos por igual. Solo incluye, realmente, a los que viven de este negocio, y no a todos los aficionados, porque tal y como están las cosas en contra de los toros en las sociedades actuales, lo que se hace con este eslogan es politizar la fiesta. 

Veamos. “Defendamos lo nuestro” quiere decir que yo, que soy enamorado de la fiesta, tengo que hacerla mía, y eso es lo mismo que defienden los de derechas, los ricos, los consentidos y, repito una vez más, los que viven de este negocio, que por cobardes, no defienden lo suyo, y que se amparan en que otros, como estos de One Toro, lo hagan. 

A este respecto quiero recordar que grandes socialistas, como Múgica, eran amantes de la fiesta. Y quiero recordar que la fiesta es de todos, de todos los que quieran amarla y sostenerla, sin atender  a colores y a banderas. 

Por supuesto que quiero que One Toro u otra plataforma, me facilite ver las grandes ferias, a las que yo no pueda desplazarme, y por eso me parece bien que replanteen las negociaciones, pero insisto, basándose en tres elementos: el ganadero, el torero, (todos los integrantes de la cuadrilla), y el empresario. 

Lo demás, es decir, la idea de negocio, con cuotas, con pagos por corrida, etc., es cosa del empresario que asume siempre un riesgo porque piensa que hay nicho de mercado, pero que en esa idea de negocio no me digan que tengo que “defender lo nuestro”, porque yo no quiero que me encasillen en ningún ideario político, ni pagar para mantener a unos taurinos que no saben defender lo suyo. 

La fiesta no es mía, es de los que comen de ella. Yo comulgo con ella porque me gusta su espíritu, su pedagogía y su esencia.

Cuando ejercía de periodista hablé y escribí de ella según mi conciencia. Y ahora, de aficionado raso, participo en ella, pagando mi suscripción a la TV que me dé mejor servicio y al empresario que me ofrezca lo que yo le pido al toreo. 

Fácil, la ley de la oferta y la demanda, y luego cada uno compra lo que necesita o quiere.

Podría pensarse que de todo esto subyace una lenta agonía de la plataforma televisiva y de la tauromaquia, por ser quienes son.

Si la plataforma agoniza, me es indiferente. Los negocios son los negocios. Pero si la tauromaquia agoniza, me importa, porque para mí, la tauromaquia es una forma de vida, y una forma de vida, no puede morir. Antes de eso, evoluciona para que la especie se sostenga. 

Ahora vienen tiempos malos. También antes los hubo, y aquí estamos. Evolucionaremos, nos guste o no, a los que hemos vivido tiempos gloriosos, esas décadas de los sesenta, ochenta y noventa del siglo XX. Evolucionaremos y seguiremos viviendo pues la especie humana adora el placer y el riesgo. El toro da esos dos motivos de vida. El placer de torearlo y crear arte. El riesgo de la fiereza y vencer su bravura.


 

 

 

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