Morante en la Beneficencia. Foto de sevillatoro.com
Podría decirse que no pasa nada, que Morante es Morante y hay cosas que se le perdonan, que fue un poco a su trayectoria, o a las dos tardes que ha toreado este año. Podría decirse y lo dirán los apasionados, los forofos, los apóstoles de la fe morantista, y yo mismo, que no soy morantista, ni seguidor de ningún torero. Y es por eso por lo que dejo que otros lo saquen a hombros, mientras yo escribo lo que vi.
El cuarto fue un toro protestado de Juan Pedro Domecq, hierro de toda la corrida. Era alto de agujas y con cuerpo, que no trapío. Se dejó en los dos primeros tercios y en la muleta se dejó con nobleza, sin malicia, pero con la transmisión justa. Algunos no creían que el toro aguantaría y que Morante aliviaría. Se equivocaron. Morante estaba bozalón, rejuvenecido, radiante, con ganas de todo y con oficio, ideas, tablas y lo que se llama torería, metió al personal en la buchaca, callando las protestas con las que empezó la faena. Pero al entrar a matar la espada se le fue baja pese a haberse perfilado y atacado bien, pero se le fue baja la espada y ante la petición mayoritaria y el antecedente de la corrida anterior, el presidente se acojonó y le dio la oreja.
Sin embargo tengo que decir que en el primer toro, al que le cortó también la oreja, Morante dio la mejor estocada de esta temporada en Las Ventas. Entró en corto y por derecho y con un acero cuya hoja era un poco más ancha de lo habitual. Arriba del todo y entera lo dejó firmando una faena vibrante de personalidad, colocación y cercanías. Se repuchó en varas, se dejó en corto en banderillas y en la muleta fue un buen toro, justito en el recorrido pero bondadoso y noble.
A Morante lo sacaron a saludar nada más romper el paseíllo, quizás por su tarde anterior, y el correspondió a toro levantado con un ramillete de verónicas y chicuelinas. La faena la brindó a la infanta Elena, hermana del rey Borbón.
Otra oreja cortó Fernando Adrián al segundo del encierro, un juanpedrito terciado al que recibió con verónicas y su media y al que Borja Jiménez le hizo un quite por chicuelinas, muy bueno. El toro que fue de largo al caballo se dejó y cumplió en palos. Acudió a la muleta por el pitón derecho, de largo, siendo bueno y con fijeza, por el izquierdo bueno también con recorrido. Fue un toro excelente que se toreaba solo. El madrileño, acompañó, ligó, pero lo vi precipitado y sin reposar sus muletazos. El toro que se toreaba solo debió tener mejor faena. Más profunda, más seria.
También le vimos buen toreo de capote en el quinto y una faena de muleta que abrió de rodillas. Cuando se incorporó quedaba descolocado, se puso encimista, pegó muletazos sin que la faena rompiera. Le arreó un metisaca ignominioso a un toro que siendo bravo en el caballo se vino a menos y buscó tablas al final de la faena.
No comprendí la actitud de Borja Jiménez. Toreó a la verónica aceptablemente y puso voluntad en la faena sin que el toro ayudara. entonces Borja tiró de unipase sin aprovechar las inercias del toro en las embestidas. No se iba a comer a nadie. Le protestaron las cercanías. Este tercer toro que fue bravo en el caballo y tuvo pies en banderillas se gastó tanto que en la muleta se vino abajo aún teniendo calidad. Un Borja canino podría haberlo aprovechado mejor. Mal con la espada. Igual que en el sexto donde dio un mitin con el acero. A este toro, grande, en bravo, lo picó Sandoval y fue aplaudido. Cumplió en banderillas y se apagó en la faena. Casi un calco del tercero. No pasó de voluntarioso. Un trasteo que no rompió, y un Borja raro y desdibujado.
La corrida de Juan Pedro, cinqueña, basta y desigual no fue brava. Un toro bravo es en todos los tercios. Le valió a Morante, pero a los otros dos toreros, más acostumbrados a la casta , no.
¡Aquí paz y allí gloria!