02 abril 2019

PLATAFORMA LOS HOMBRES Y LOS ANIMALES EN SU SITIO ENLACE AL SENADO


https://youtu.be/CsD5cBP2Jio

PRIMER SIMPOSIO INTERNACIONAL LOS HOMBRES Y LO ANIMALES CELEBRADO EN EL SENADO DE ESPAÑA

INFORME

El I Simposio Internacional – Los hombres y animales: un debate de sociedad y una cuestión de derechos- se abrió con unas palabras del Excmo. Sr. Pío García Escudero, presidente del Senado, los representantes de la organización del simposio, Miguel Cid Cebrián, presidente de la Plataforma Los Hombres y los Animales en su sitio, y François Zumbiehl quienes resaltaron el alto significado que supone la celebración de este encuentro internacional en el Senado de España.

Esto se justifica por el hecho de que el objeto de este simposio vaya mucho más allá de la simple defensa de las prácticas y tradiciones que ponen en juego las relaciones entre hombres y animales. Se trata del porvenir del mundo rural, de sus vínculos con el mundo urbano, de la preservación de los espacios extensivos y de los animales que habitan en ellos, de la vigencia de las actividades que pertenecen al patrimonio cultural inmaterial en la medida en que fomentan a la vez unas prácticas, unos sentimientos y unos lenguajes que son auténticas señas de identidad. Se trata al fin y al cabo de la reivindicación del humanismo – fundamento de estas culturas – nacido en la cuenca del Mediterráneo.


Mesa 1: Hombres y animales, ¿Un cambio de sociedad?


José Manuel Errasti, profesor de psicología de la Universidad de Oviedo, inició su reflexión con un hecho impactante: preguntados sus estudiantes si consideran más justificada la muerte del toro o la del torero, dos tercios de ellos prefieren la muerte del torero. La naturaleza, antes más bien hostil, es ahora edénica. El animalismo y el antiespecismo actual, con su afán por agrupar a hombres y animales bajo una categoría común de seres sintientes, se nutre de una concepción meramente sensorial de la naturaleza humana, cercana a visiones ingenuas en donde el ser humano queda vaciado de dimensiones morales, políticas, lingüísticas. En el intento por construir al animal como un hombre se termina construyendo al hombre como un animal. Por otra parte en la sociedad moderna los animales son considerados casi exclusivamente bajo la categoría de las mascotas. Casi son elevados al estatuto ontológico de personas, y los que lo hacen olvidan que este estatuto implica un ser histórico, consciente de sí mismo y abierto a la conflictividad, lo que son los hombres y no los otros seres vivientes.

El filósofo Francis Wolff se pregunta cómo interpretar la ola creciente del movimiento animalista en ciertos países de Europa. ¿Cómo una nueva compasión para con el sufrimiento de los animales? ¿Cómo un alargamiento de nuestra comunidad moral humana? No, porque ni el animalismo de hoy ni el de ayer coinciden con momentos de sensibilidad humanista, sino todo lo contrario. Esa ola debe ser entendida como una nueva utopía revolucionaria post-política. Algunos consideran que el animal es el último proletario, que hay que liberarlo de toda explotación. Se ignora que las especies animales son desiguales, que sólo los hombres son personas. Lo que no impide desde luego que tengamos deberes para con los animales. Si son mascotas les debemos protección. Si pertenecen al ganado no debemos convertirlos en simples máquinas productoras. Y en todo caso debemos respetar y proteger la diversidad bioética y el contrato ecológico.

Para André Viard, presidente del Observatorio francés de las culturas taurinas, entre los peligros que socavan los fundamentos de nuestra civilización, el antiespecismo aparece como el más radical, puesto que difunde un antihumanismo primario y pretende rebajar la especie humana al mismo nivel que todas las demás.

Tal como Francia empezó a hacerlo, prohibiendo el proselitismo animalista en los colegios y creando una comisión de investigación parlamentaria sobre métodos de acción y financiación de estos movimientos, España debería luchar contra el antiespecismo. El separatismo representa un peligro para su Nación,  pero el animalismo es otro peligro, mucho más grande y para la Humanidad entera.

Ángel Martín Vicente, profesor de ecología de la Universidad de Sevilla, indica que el potente circulo mutualista que forma el hombre con sus especies asociadas ha generado cambios muy importantes en prácticamente todos los ecosistemas de la Tierra. Estas relaciones  han sido constantes (actualmente, por ejemplo, los pollos y los vacunos son animales modificados genéticamente, no pueden vivir sin los hombres) y han ido evolucionando en el tiempo, llevando a cambios tanto en nuestra especie como en las asociadas, estrechando la dependencia Actualmente el mantenimiento de muchos paisajes emblemáticos depende de las especies domesticas que contribuyeron a su origen y es un aspecto a tener muy en cuenta en cualquier variación que se produzca en la relación del hombre con los animales.

Santiago David Domínguez Solera, experto en etno-arqueología de caza y recolección, se define a sí mismo como un hombre claramente de izquierdas, un defensor de la España vacía. Para él la caza define la esencia humana y tiene una historia de más de dos millones de años. La Arqueología de los Orígenes en África ha demostrado la actividad cinegética como característica definitoria del comportamiento humano. Todas las especies de seres humanos que han existido han basado su subsistencia en la caza y la recolección. Por lo tanto, es la forma de vida en la que más tiempo hemos confiado para nuestra supervivencia como especie. Aún existen comunidades de cazadores-recolectores vivas en el planeta. Conocerlas nos enseña otra forma de entender el mundo y a los demás seres que lo habitan.  Por ejemplo los contactos con los chamanes nos permiten entender que no realizan, como lo hace nuestra sociedad moderna, una dicotomía artificial entre lo natural y lo cultural. La actividad de estos pueblos cazadores merece el respeto y una explicación científica.

Se puede resumir la ponencia de Carlos Ruiz Villasuso por su título deliberadamente provocador: El ser humano: un animal en peligro de extinción.
El concepto de animalismo del siglo XXI es una ideología para un cambio social. Este cambio social se basa en una nueva relación hombre / animal enmarcada en un nuevo contexto social geográfico: la gran ciudad y el abandono de las zonas rurales, pues la tierra se muere sin un hombre y una mujer a su lado. El animalismo se basa en las ideas de que una sociedad progresista y justa lo es en tanto en cuanto ésta tenga mejores y más avanzadas leyes sobre el bienestar animal (¡Hitler y Stalin han promovido estos tipos de leyes!), considerando legislaciones bienestaristas como los logros sociales del siglo XXI. Una idea que quiebra al Humanismo, falsa en su metodología y en su realidad histórica, una fake moderna que esconde una desertización y un despropósito ecológico. El animalismo ideológico sirve a los intereses del "mascotismo" como el gran negocio de este siglo (representa en Europa un gasto de cuarenta y cinco mil millones de euros). Anula las relaciones humanas que han llevado a nuestra civilización al lugar en el que estamos y propone una nueva relación social en la que los derecho legales de los animales son idénticos a los de los humanos, pervirtiendo las relaciones y prioridades de reparto de producción, alimentos, sanidad y bienes.  Estamos ante la gran fake News propagandística que despeja el camino a un nuevo orden social no humano. En cuanto a las mascotas, consideradas por los animalistas radicales como razas esclavas, en este afán de liberación absoluta, se les quiere hasta liberar de su animalidad.


Ponencia del Europarlamentario – Luis de Grandes

En su ponencia, Luis de Grandes, europarlamentario, da cuenta del elenco de Reglamentos y Directivas que constituyen el marco normativo emanado de la UE en relación con el bienestar animal.
Apoya su reflexión sobre la base del artículo 13 del Tratado de Funcionamiento de la UE que reconoce a los animales como “seres sensibles” y establece la necesidad de tener en cuenta el bienestar animal como un elemento ineludible a la hora de aplicar determinadas políticas.
Recuerda, a su vez, la importancia “del respeto de las disposiciones legales o administrativas y las costumbres de los Estados Miembros relativas, en particular, a ritos religiosos, tradiciones culturales y patrimonio regional”.
Hace una crítica abierta a los excesos en los que incurre la UE, aumentados por algunas legislaciones nacionales. Esto ocurre con los Toros de Lidia que son atacados de forma indirecta para hacer inviables las ganaderías. Los grupos que quieren terminar con nuestra tradición secular orientan sus ataques hacia la “cría de Toros de Lidia” para afectar a las ayudas a las vacas nodrizas.
En su conclusión, reafirma que debe ser compatible la sensibilidad en el trato de los animales con no incurrir en falsos dogmas desde la afirmación de supuestos derechos de los animales. Sólo el hombre es sujeto de derechos, pero se tiene obligaciones y deberes de comportamientos que evitan el maltrato insensato y reprochable.
Hay que recordar y exigir que, de acuerdo con el Tratado de funcionamiento de la Unión Europea, se respeten las costumbres de los Estados Miembros relativos a tradiciones religiosas, culturales y de patrimonio regional. En el ámbito de la Unión Europea hay que actuar sin complejos y defender nuestras tradiciones culturales impidiendo ser arrasados desde la tiranía del buenísimo y el desconsiento.


Mesa redonda 2: Derechos en convivencia con el bienestar animal

Esta mesa fue centrada en la pregunta que sirvió te título a la ponencia de Alonso Sánchez Gascón, abogado y escritor: ¿Tienen derechos los animales?
La facultad de tener derechos implica una voluntad, una capacidad de distinguir entre el bien y el mal, la capacidad de medir las consecuencias de sus actos y por consiguiente la responsabilidad. Pues bien ya lo declaró un jurisconsulta romano hace 2.000 años: “Un animal no puede obrar con culpa porque carece de razón.” Si bien existe una supuesta Declaración universal de los derechos de los animales con 31 artículos (¡entre ellos el respeto de un horario laboral!), ésta no tiene ningún valor jurídico ni político que obligue a un estado. En cambio las legislaciones y el derecho contemplan la protección de los animales de compañía y de las especies amenazadas.
Para José Esteve Pardo, catedrático de derecho administrativo en la Universidad de Barcelona, hasta hace veinte o treinta años, la legislación ha considerado los animales y los recursos naturales como objetos susceptibles de explotación, explotación racional. Pero se da un cambio de percepción en la reciente legislación que contempla a los animales como sujetos que definen sus espacios y requerimientos, incluidos los animales silvestres. Hay un proceso de subjetivación de la naturaleza y, se dice, de orientación ecológica del Derecho. Es un auténtico giro. Se trata en realidad de un sofisma pues los animales no tienen expresión como sujetos en un sistema jurídico que tiene como único sujeto al ser humano. Sí existen grupos humanos que se erigen en representación de los animales silvestres, en otros términos colectivos animalistas, al margen de cualquier proceso democrático. Son deberes nuestros ante los animales lo que podemos establecer y no derechos de los animales que no se pueden hacer valer en el sistema jurídico de la modernidad.
También opina Xavier Daverat, catedrático de derecho privado de la Universidad de Burdeos, que la personificación del animal es inoportuna e inútil. Desde el momento en que el animal no puede querer y no tiene la capacidad para obligarse, no puede ser sujeto de derecho. Por supuesto, existen obligaciones humanas hacia el animal, pero estas obligaciones pueden imponerse sin que el animal tenga una personalidad jurídica. Muchas regulaciones específicas se aplican a los alimentos, la caza y la pesca, la agricultura o el transporte de animales, etc. Xavier Daverat hace una propuesta para crear un "daño puro", es decir, en lugar de una responsabilidad civil clásica, establecer una responsabilidad objetiva, por daños que no afecten a personas, sino directamente a los animales,  inspirada en los modelos establecidos por el daño ecológico con las leyes26/2007, del 23 de octubre, en España y 2016-1087, del 8 de agosto, en Francia.
Juan Felipe Higuera, catedrático de derecho penal de la Universidad de Zaragoza y fiscal del Principado de Andorra recuerda que el circo, espectáculo ecuestre, familiar, tradicional, internacional,  forma parte, sin duda alguna, de nuestra cultura europea.
La Resolución  del  Parlamento Europeo  de 13 de Octubre de  2005 declaró al circo tradicional o clásico, incluidos por supuesto los animales, como un bien de la  cultura europea.
El art 46 de la Constitución española nos indica que: “Los poderes públicos garantizarán la conservación y promoverá el enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España y de los bienes que lo integran…”. En la misma línea  figura “El Plan General del circo” del año 2011. Desgraciadamente, todo lo contrario pretenden  un gran número de Ayuntamientos y Comunidades Autónomas que intentan suprimir o han suprimido ya la presencia de los animales en el  circo, como un elemento  esencial de identidad, ya que no valoran este Arte escénico. Convendría explicarles en qué consiste, cuál es el bienestar de estos animales y sobre todo con qué afecto se les trata. Se confunde el concepto de animal salvaje con el de animal nacido en cautividad, que es el caso de los animales de circo. El  circo  debería ser protegido y ayudado, y no entorpecido o suprimido, de lo contrario desaparecerá, a buen seguro, en España.

Andrés Sánchez Magro, magistrado de lo mercantil de Madrid, estima que existe una confusión entre derechos de personas y derechos de titularidad que interesan los animales y la naturaleza. Recuerda la resolución del Tribunal constitucional para proteger la tauromaquia como patrimonio cultural y asegura que, en margen de esa resolución, hay que apoyarse para esta defensa sobre el lobby de la Plataforma Hombres y animales, entre otras agrupaciones.   Aboga por una sociedad abierta y diversa y no cerrada por la dictadura de los « ismos ».

Juan Antonio Carrillo Donaire, abogado y profesor de derecho de la universidad de Sevilla considera que las leyes de 2013 y 2015 en favor de la tauromaquia han operado un giro coperniciano en cuanto que se han desplazado del terreno de la garantía del orden público al de la protección de un patrimonio cultural. No cree, sin embargo, que el argumento que asume que la tauromaquia es una expresión cultural del pueblo español sea una garantía para el futuro, puesto que esas leyes podrían ser derogadas por nuevas mayorías si se modifica este sentimiento de identidad a nivel nacional. Además los toros en España son, cada vez más, un espectáculo para minorías. Eso no impide, ni mucho menos, su protección jurídica, solo que hay que cambiar de óptica y de estrategia por otra, probablemente más modesta, pero mucho más efectiva, que es el derecho de las minorías culturales, amparado en particular por las convenciones de la UNESCO.



Mesa 3: Hombres y animales en las tradiciones culturales y en el mundo rural

La ponencia de Rubén Amón, escritor y columnista en El País,  se plantea con el epígrafe de “El lobo es un hombre para el hombre”, invirtiendo el aforismo de Hobbes y aludiendo a la sensación de que el proceso de humanización de los animales se produce en proporción al proceso de deshumanización de los humanos. Se nota en la actualidad una percepción idealizada de la naturaleza - convirtiendo a los animales en nuestros semejantes - y caracterizada en muchas mentes por la harmonía, incluso cuando los animales se matan entre ellos, que solamente los hombres vienen a perturbar. En realidad tendemos a relacionarnos con los animales de manera artificial y superficial. Pero pronto los ataques de los animalistas vendrán a denunciar que los perros lleven correas y que los gatos estén castrados. La lección de todo esto es que debemos tratar a los animales con respeto, pero como animales.

Para Carlos Núñez, ganadero y presidente de la Unión de los Criadores de Toros de Lidia (UCTL), el toro bravo y el hombre del toro han sido hasta ahora los grandes desconocidos.  Su charla tiende a exponer el valor socio-medio ambiental de este animal así como la consideración de los criadores de bravo como los herederos de un modelo de gestión sostenible y respetuoso con el medio ambiente. Asimismo, y en un contexto electoral se propone defender a la ganadería de bravo por ser dinamizadora de la economía del medio rural en zonas especialmente deprimidas en la Península Ibérica donde uno de los principales problemas sociales es la despoblación de estas zonas. Al fin y al cabo el toro bravo es el guardián de un medio ambiente de alto valor natural, como es la dehesa. Es también el fruto de un largo proceso forjado por generaciones de criadores desde varios siglos. En definitiva, por algunas decisiones administrativas desacertadas, se ve que uno de los mayores depredadores de ese medio ambiente es el hombre que no es del campo, lo que amenaza también a los hombres y a los animales que sí lo son.

Vicente Barrios, presidente de la Asociación Circos reunidos, estima que el circo tradicional está llamado a evolucionar pero siempre conservando la exhibición reglada de animales que tiene que ir acompañada de la debida pedagogía. Hay que terminar con las calumnias de maltrato animal y explicar cómo por el contrario se consigue su bienestar en los circos.
Juan Pascual Herrera, director de la Escuela Española de Caza, considera que la caza es plenamente una cultura pues corresponde a la definición que da de ese concepto la Real Academia Española de la Lengua, es decir el conjunto de modos de vida y de costumbres que expresan la vida tradicional de un pueblo. La iniciación cultural del hombre se ha hecho con las bestias desde los primeros tiempos. Y esto se refleja en la pintura, desde Altamira, en la música, en la literatura (véase por ejemplo el Quijote), y en el lenguaje corriente en el que existen innumerables expresiones sacadas del mundo de la caza.
En el campo de la ecología la caza permite controlar los excesos biológicos naturales, ayuda a conservar las especies vegetales, a prevenir las enfermedades que amenazan a los ganados e incluso a los hombres.

Al terminar Juan Pascual Herrera estima que el problema de la imagen más bien  negativa de la caza para muchos jóvenes es ante todo educacional. Hay que llevar la realidad del campo, y por lo tanto de la caza, en las escuelas.

Manuel Diego Pareja-Obregón, presidente de la Asociación Española de Cetrería, profesando su amor por las aves de presa, y refiriéndose en particular al halcón, declara que “son los herederos del cielo, pues siempre se encuentra un halcón volando en el mundo”. La cetrería es una actividad que existe desde 2000 años antes de Cristo. Cuando fue declarada por la UNESCO Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, en 2010, lo fue - circunstancia excepcional - a solicitud de catorce países soberanos.

Carlos Sánchez García-Abad, de la Fundación Artemisán y doctor en veterinaria, sostiene que la caza ha estado y está presente en buena parte de las sociedades humanas, y el hecho de que se siga practicando aun cuando no sea estrictamente necesaria  para nuestra supervivencia, indica que es una actividad enraizada e insustituible para muchas personas.  Los estudios científicos nos indican que en España y en otros países un porcentaje significativo de personas cazan, estando al nivel de otras actividades lúdicas y deportivas de primer orden. La práctica cinegética está muy ligada al vínculo con el medio rural, cuyo abandono es uno de los factores más importantes que explican el declive de la caza en los últimos tiempos.

Para Isabel Bernardo, escritora y empresaria del mundo rural, la irreverencia, retórica y confusión de los tiempos de la posverdad y el mercantilismo de los lobbies, han atrapado al hombre-masa (el de Ortega y Gasset) y le han conducido a un animalismo dogmático e irracional que habla de los derechos de los animales como una verdad absoluta e innegable. Este hombre-masa –dócil, plegable, ignorante y snob– quiere ser protagonista de un escenario del campo del que todo lo ignora y, además, busca atomizar el orden natural de la vida, que implica su vínculo y alternancia permanente con la muerte, poniendo incluso en peligro su propia supervivencia. El falso romanticismo de este hombre-masa no sabe que los corderos de Virgilio, además de imaginario pastoril, son principalmente sustento. En definitiva, cuando Isabel Bernardo contempla a un águila matando a un conejo, ella no ve allí la muerte, sino la vida.


Mesa 4: Exigencia ética ante la vida y la muerte de los animales.

Interviene en primer lugar Raúl Galindo, matador de toros y ensayista. Su experiencia le enseña que no se puede mantener un trato directo sin someter al animal de uno u otro modo. La relación hombres-animales no sufre excepción en este sentido; siempre implica sometimiento, por posesión o voluntad de servirse del animal. Pero en el mundo animalista en particular y en la sociedad occidental en general, no se quiere comprender la verdad factual del sometimiento. El bienestarismo no excluye el sometimiento, lo edulcora. Someter a un toro no es fácil, y además el toreo no puede transcurrir sin ese ruido de fondo que es la muerte. El torero ama al toro como algo desconocido que hay que vencer. Este animal bravo es propenso a la pelea. Lo da todo, por eso exige tanto. Cualquier torero cogido siente su tremenda fuerza y que ante ella “él no es nada”.
La estocada es la situación límite del cuerpo a cuerpo. Pero el torero triunfa sólo si el toro muere bien. En su arte u oficio siente pasión y no compasión, pues al fin y al cabo la muerte dada, con el riesgo de recibirla, se une con la alegría de vivir y de conjurar el destino agresivo.
El filósofo Víctor Gómez Pin opina que el maltrato a animales es un corolario directo de la razón ilustrada y es también  un imperativo implícito de la moralidad general, ella misma signo inequívoco  de nuestra singularidad: radical singularidad de una especie animal dotada de razón  y lenguaje. El problema es sin embargo delimitar suficientemente el concepto de maltrato, encontrar criterios que permitan trazar una frontera entre lo que es maltrato y lo que es instrumentalización legítima  de otras especies vivas. Pues bien: Cabe decir que hay mal trato cuando el trato que se da a un animal es estéril (o hasta perjudicial) para la causa final del hombre que es la subsistencia en un marco que garantice no ya su subsistencia sino su dignidad y su fertilidad espiritual. Obviamente no es contrario al imperativo ético el eliminar formas de vida que constituyen una amenaza directa o indirecta para la especie humana o para el medio natural en el que éste habita. Y desde luego una moralidad que extendiera sin más el imperativo de no instrumentalización de los seres humanos al resto de los animales entraría en contradicción con la exigencia de conservación de la especie humana. Hasta aquí debería haber general acuerdo, lo cual supone por ejemplo que los convencidos de la bondad del Veganismo respeten en la práctica el comportamiento de quienes no profesan tal forma de espiritualidad (disposición tolerante hacia los demás que se exige en democracia a todo fiel de una u otra religión).
El problema se agudiza ciertamente cuando encontramos formas de relación con el animal que suponen la instrumentalización del mismo no por exigencias de la propia  subsistencia de los humanos, sino por motivaciones que (como la de los partidarios de la homologación en derechos de humanos y ciertas  especies animales) cabe considerar también de tipo espiritual: tal es desde tiempos inmemoriales el caso de sacrificios animales vinculados a creencias religiosas. Pero tal es también el caso de ciertos  rituales  festivos, así en algunas  zonas de España, México o el Mediodía francés  la fiesta de los toros. Conviene hacer un análisis suficientemente distintivo de unos y otro casos, evitando las amalgamas e intentando contribuir a un establecimiento del estado de la cuestión. Concluye Gómez Pin con la ironía de Voltaire dirigida contra el naturalismo idealizado de Rousseau quien denunciaba el progreso de la  civilización basado en la desigualdad, desigualdad incluso entre hombres y animales.

Pablo Ortega, fundador de la Asociación del Corzo español afirma que el animalismo vive en un mundo onírico y que “la caza es lo que nos ha hecho humanos”. Es el origen de muchas actividades en el arte, en el lenguaje, en el pensamiento deductivo.

Javier Fernández, vicepresidente de la Asociación de veterinarios taurinos, calcula que el toro bravo goza de un bienestar de muy alta calidad  durante el 99,81% de su vida, sin comparación con otros animales. Son cuatro años cuando está destinado a la lidia. Es el animal que pasa más tiempo con su madre y el que tiene su medio ambiente muy respetado por los criadores. Para que se garantice este respeto los poderes públicos no deben escatimar ayudas. Para el 0,19% de su vida, el tiempo de su lidia, la tauromaquia debe evolucionar y adaptarse  - como lo hizo con la invención del peto – para eliminar las fases innecesariamente cruentas, en particular en el momento de la puntilla.

José Antonio Girón, catedrático de patología médica de la Universidad de Cádiz indica que las enfermedades infecciosas han afectado al hombre a lo largo de su historia. Se centra en una infección paradigmática (viruela), que supuso la primera enfermedad erradicada como consecuencia de la vacunación, y en otras que han presentado una gran repercusión en los últimos años: el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) y la infección por el virus Ébola. Se destaca la implicación que los animales han tenido en ellas, debido a su importancia en los procesos de vacunación. Ya sea en una etapa relativamente antigua, como es el caso de la viruela en la que la infección del ganado era necesaria para obtener a partir del mismo el virus vacunal, como en el momento actual, en el que los animales permiten evaluar la eficacia en términos de capacidad protectora y la existencia o ausencia de toxicidad de las vacunas obtenidas por ingeniería genética, los tres ejemplos presentados permiten valorar la contribución indispensable de los animales al control de las enfermedades infecciosas.

Manuel Aguilar Diosdado, catedrático de endocrinología y nutrición de la Universidad de Cádiz, recuerda que el ser humano necesita nutrirse para sobrevivir, crecer y desarrollarse. La comida es la fuente que le proporciona los medios necesarios para ello y a lo largo de su historia ha dependido de la materia de otros seres vivos para nutrirse. El conjunto de alimentos que ingerimos debe cubrir nuestras necesidades nutricionales y aportar componentes que aumenten la esperanza y calidad de vida. El fomento de un entorno alimentario saludable y, en particular, de sistemas alimentarios que promuevan una dieta diversificada, equilibrada y sana – de la que forma parte la carne -, requiere la participación de distintos sectores que incluyen los gobiernos, el sector público y el privado.

El propósito de Mario Sandoval, chef 2 estrellas Michelin y presidente de la Federación de Cocineros y Reposteros de España, es de hacer notar el valor de la carne de toro bravo. Es una fuente de proteínas, sin exceso de grasas. Es – afirma el chef – “la carne más exquisita del mundo exótico y el producto español más desconocido de todos.” Pero hay que saber tratarla y conviene que los políticos dejen hacerlo (de momento las reglas impiden que se pueda embutir ni enlatar esa carne cuando se puede hacer con la que viene de México). Es mentira que sea una carne “negra”, aunque por supuesto hay diferencias según la edad del animal. A un buen solomillo de toro bravo habría que poner el sello de raza autóctona. Y Mario Sandoval concluye afirmando que “después de una faena de arte se puede hacer arte con esa carne”.

El simposio se clausura con la lectura del comunicado que saca las conclusiones del encuentro.

COMUNICADO DE CONCLUSIONES

Utilizando la preocupación legítima por el bienestar animal una ideología de carácter totalitario, vegana y antiespecista en su forma radical, tiende a modificar la relación entre hombres y animales así como el sitio que unos y otros ocupan en la sociedad, conforme a los valores de nuestra civilización inmersa en las fuentes mediterráneas  del humanismo. Esta nueva ideología, fraguada en el entorno urbano e ignorante de las realidades del mundo rural,  en nombre de una supuesta equivalencia de hecho y de derecho entre ellos, excluye toda explotación del animal por el hombre y por consiguiente pretende acabar con la cría de ganados, la alimentación cárnica en la gastronomía, las tradiciones culturales como la caza, los toros y los circos, y hasta con la investigación científica en beneficio de la humanidad.

Los participantes en el simposio internacional Los hombres y los animales: un debate de sociedad y una cuestión de derechos, celebrado en el Senado de España el 29 de marzo de 2019, han examinado, a la luz de diferentes planteamientos y experiencias,  el peligro que encierra tal ideología para las culturas, la economía y la ecología de nuestro mundo presente y futuro. En sus reflexiones han resaltado la riqueza de los modos de vivir y de sentir que rigen las relaciones entre hombres y animales en las prácticas tradicionales que las sustentan. Por otra parte han querido llamar la atención de los responsables políticos – en particular de cara a las próximas elecciones en España y al Parlamento europeo – sobre la conveniencia de que la preocupación por el bienestar animal esté siempre compaginada con el respeto de la diversidad de las culturas, amparado por las leyes nacionales, los tratados europeos, las convenciones de la UNESCO y la Declaración universal de los derechos humanos. A este respecto se solicita a los poderes públicos que elaboren un informe sobre los métodos de acción y la financiación de los movimientos multinacionales que quieren imponer un animalismo radical, muchas veces con campañas agresivas y despectivas que persiguen vulnerar la legalidad.

En definitiva, en la defensa de las prácticas y culturas evocadas en este encuentro, los participantes en él han defendido al mismo tiempo la dignidad del mundo rural, la legitimidad del humanismo en el que se sostienen dichas culturas, y el ejercicio responsable de la libertad en relación con la naturaleza y los otros seres vivientes.