Curro Díaz
Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio
Vino el de Linares a sustituir a Manuel Díaz El Cordobés, y
la afición ganó en el cartel. Los motivos de la ausencia quedan en los secretos
inconfesables de la CIA, aunque recibir un rabo en su última actuación en esta
plaza después de una cornada, eleva las pretensiones a alcanzar la ínsula de
Barataria… Y Curro Díaz debutaba en esta plaza dejando constancia de la calidad
de su toreo y de lo mucho que se puede hacer con tan poco. Comenzó por hacerle
un quite a su banderillero Crespo, que salió apretado de un ajustado par de
banderillas al primer toro y siguió con una faena de gusto y estilo en el trazo
del natural, en la progresión de los muletazos, en la firmeza de la colocación
y en la esencia misma del aroma que desprende el toreo de Curro el de Linares,
y Díaz de Jaén. Y ese fue el mejor toro de Cayetano, encastado y boyante,
porque el cuarto que fue dejándose a menos por la causa del oficio del
debutante no terminó de entregarse en sus medias arrancadas, hasta que el torero
se puso en el sitio y lo fue desengañando a veces empleando la técnica del
codilleo que aquí lejos de ser un defecto supuso una herramienta para luego
construir el trasteo justo en el tiempo y en el espacio, sobre la elegancia. Le
dieron dos orejas en el primero y una en el segundo, y a los aficionados nos
dio igual. Lo importante estaba hecho.
David Galván también cortó tres orejas, el presidente señor
Ávila, buscando la ecuanimidad, se mereciese o no, sirvió así a los tres
matadores, y todos tan contentos.
Brindó Galván a Mario Vargas Llosa que esta semana será hijo
adoptivo de Marbella, y a mucha honra paisanos, porque tan locuaz y brillante
defensor de la tauromaquia, jamás albergaremos entre nuestras murallas. La
faena brindada porfiona ante un tercer toro que terminó parándose demasiado
pronto. Y fue en el sexto, un toro con trapío de plaza importante donde le
vimos a David Galván una dimensión que valida una tauromaquia exigente, y
dignifica una plaza con sentido de futuro. El canario estuvo valiente ante un
toro que no se entregó. Se colocó bien ante embestidas descompuestas, puso la
voluntad que le faltaba al toro, haciéndolo mejor, y además toreó bien al
natural. El regusto de este torero con el capote es de personal tauromaquia y a
no ser por las pésimas condiciones del toro, le hubiéramos visto una secuencia
de chicuelinas bajas, de tronío.
Ambos toreros que no
son de relumbrón, como pudieran serlo El Juli o Morante, ausentes de esta plaza
desde tiempo inmemorial, han venido a confirmar el buen trabajo del empresario,
José Luis González, que pianito, piniato, está trayendo a Marbella toreros que
pueden decir más o mucho más que ciertas figuritas que necesitan reunirse en un
cartel, ejemplo, los citados Juli y Morante, y Manzanares, para entre los tres
llevar a gente y justificar nóminas que los sufridos empresarios no pueden
hacer efectivas… para luego después, que los pitiminís no se justifiquen. Y he
ahí el mérito de ajustar a tres toreros capaces de expresar su tauromaquia en
alta definición y con ello poner a Marbella en un importante lugar del circuito
taurino español, y eso al margen de la concesión de muchas orejas, que sí que
minoran el valor de la plaza.
El Cid es cierto que anda en fase de reencuentro, el segundo
lo cogió por un exceso de confianza, pudiendo haberle hecho un fuerte costurón,
que al final quedó solo en un perfecto arreglo de la taleguilla, con una buena
costura del mozo de espadas. Voluntarioso en su lote con una receta de buenos
naturales en el quinto.
La corrida de Cayetano Muñoz desigualmente presentada,
algunos con puntas, y otros despuntados. Por presencia el sexto, por casta el
primero, en general parada y si se movió fue más por la perseverancia y el
oficio de los toreros, que por lo que llevaban dentro, aunque sí pelearon en el
caballo, quizás porque el monopuyazo vale por cuatro, solo duró el que duró, el
más encastado. El primero.
¡Aquí paz y allí gloría!
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