25 abril 2012

NO SE ADMINISTRARON

NO SE ADMINISTRARON

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Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio

El cuarto toro del encierro de Jandilla fue un toro bravo en el tercio de varas, se fue con galope al picador. Pero le pegaron poco. Entonces llamar a eso bravura es una exposición tremenda porque al lidia aún le quedan dos tercios. En banderillas el toro galopó y se fue franco a buscar a los banderilleros. Consecuentemente el toro fue bravo en el segundo tercio. Sin embargo el denominador común de estos dos tercios fue la justeza de fuerzas. No anduvo sobrado ni de fuerzas, ni de presencia. Presencia en cuanto al volumen, porque era terciadito en guapo. Era el toro de Sevilla. Me gustaron sus embestidas por ambos pitones en la muleta,, hasta que las fuerzas, o la bravura se acabó. Y he ahí la dicotomía para el aficionado. ¿Fueron las fuerzas las que acabaron con la bravura? O ¿Fue la falta de casta la que no ayudó a las fuerzas?

Ese es el gran reto del ganadero de bravo. Encontrar el equilibrio entre la nobleza y la fiereza. Es decir equilibrar esos dos potenciales que conforman la bravura de un toro.

Luego está el torero, que conocedor del toro también debe ser administrador del material que le ha tocado.

Estamos acostumbrados a ver toros bobos e inútiles a los que los toreros los han ¿cuidado? y les han sacado su faenita, igual que toros broncos y los lidiadores los han suavizado. Eso es administrar los potenciales del material. Otra cosa es que eso sea bueno o malo. Porque en verdad el matador nos debe mostrar el toro tal cual es y enjaretarle sus faenas.

En este caso del cuarto toro no se administraron, ni toro, en sus fuerzas y casta; ni torero en su entendimiento y planteamiento de faena. Cierto es que El Cid no es demasiado iluminado para ver los toros de repente, pero con un poco de administración en los primeros compases del trasteo y habiéndolo hecho más cortito pero intenso, el resultado hubiera sido distinto. En el primero estuvo voluntariosos hasta que se acabó el toro.

Hubo un tercer toro importante por el pitón derecho y no malo por el izquierdo. Lo aplaudieron al arrastre y Talavante le cortó una oreja. No por la estocada que siendo buena de ejecución, surtió derrame, sino por una tanda de naturales buenos, enjutos, mandados y arrogantes en la taurología talavantiana, Hasta llegar a esa tanda por el pitón derecho, un ir y venir, con más boato que profundidad, aunque si fueron limpios los muletazos. Destacable del extremeño la disposición y los conceptos de pureza. En el sexto un toro basto, duró poco pero en lo que duró tuvo la culpa el torero que le cortaba los viajes con insistencia.

El caso de Castella es tremendo. Se le va la pinza en un centímetro cuadro. De manera que en el segundo toro se pone a torear bien. Empieza bien en los cites y echando la “pata”, luego se queda al hilo. Pero bueno salva los muebles toreando en redondo. Con la izquierda se pone a torear más puro aunque el toro se va a menos, y cuando vuelve al pitón derecho se mete en los pitones y se pega un inútil arrimón que le protesta la gente. Con el zambombo quinto, valiente y pertinaz hasta le gritan desde el tendido con esa guasa de Sevilla que pida el sobrero. Y era la tercera corrida. Pero aún tiene otra en septiembre, ¡qué trato, señores, qué trato más bueno ha hecho su apoderado!

La corrida de Jandilla desigualmente presentada, a la que le faltó fiereza para tener finales que le llaman ahora, y que se traduce en falta de casta. Ningún toro molestó salvo el violento quinto, que tampoco quiso comerse a nadie.

Boni fue ovacionado por un capotazo lidiando al cuarto. Alcalareño saludó por las banderillas y Ambel se desmonteró por cumplir con su oficio en el segundo.

¡Aquí y allí gloria!

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