13 junio 2009

SUEÑOS

SUEÑOS, Por Fermín González.

Los toreros, se pasan media vida o, la vida entera soñando con un “faenon” a un toro ideal, en una plaza importante. Los sueños, son bonitos, esa es la verdad, pero esconden defectos y carencias y, por lo general esconden faenas imposibles. Debe ser terrible esperar años ese toro, en esa plaza que uno quiere y, que la dichosa realidad te convierta en un torero vulgar, que deje escapar la oportunidad de su vida, aún más, cuando ese sueño de expectación se vuelve en profunda decepción. El asunto debe ser para “ponerse al tren”. Lo cierto, es que no hay muchos toreros imaginativos; la mayoría de ellos cuando llegan arriba, pocos son los que ensueñan faenas de gloria. Aquellos que así lo hacen denotan ante todo una gran afición, incluso, una selecta minoría de los mismos, una afición desmedida. Y esto se les aprecia ante el toro, especialmente cuando deben corregir e improvisar sobre la marcha, sacan a relucir aquello que un día quedo grabado en lo más hondo de su memoria. Son toreros estos, que aprendieron a entrenar y a corregir con la mente, y que luego, en la calle, en la carretera, o de camino a otra feria, a otra corrida en la que mañana tiene que vestirse de nuevo, estos van rumiando los errores cometidos, con el firme propósito de no cometerlos más.Otros, los que no sueñan faenas, tan solo les mueven el deseo de cortar muchas orejas, apenas perciben nada más. Sin embargo, los ensimismados, los que tienen el toreo en la cabeza, son distintos y, en una faena pueden volver locos a la concurrencia. Son como digo, esos toreros que ponen a todos de acuerdo. Por qué se diga cuanto se diga, torear es un arte, y como tal inaccesible para la mayoría, aunque se posean cualidades y valor para enfrentarse al toro; torear es mucho más que cortar orejas, y más que jugarse el pellejo ( aunque a día de hoy no sea fácil entenderlo). Sentir el arte rebullir desde las uñas de los pies a la coleta, a la vez que sientes el cosquilleo del miedo y la responsabilidad, jugarse el tipo, gozar con ello y crear arte; es un privilegio tan solo al alcance de unos cuantos. Y esos cuantos sueñan con faenas utópicas, poseen talento para ejecutarlas ante el toro, y cuando esto se produce, quedan cinceladas de por vida en el cerebro del aficionado. Ese es el veneno y la locura del toreo.-

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