23 julio 2008

SUCESO REVOLUCIONARIO

Miguelín se tira en las ventas a un toro de El Cordobés
Miguelín pide perdón a la afición

SUCESO REVOLUCIONARIO
Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio

En esta inmensa soledad que es la de ejercer de defensor de la pureza de la fiesta, uno se encuentra con situaciones de arrojar la toalla, como la que me ocurrió en Marbella el día del indulto de un torucho portugués apenas hace quince días. Finito lo llevó y lo trajo sin dar un verdadero pase, sino acompañando todas y cada una de las bondadosas e inmejorables embestidas del buen toro, de vuelta al ruedo, que no de indulto. ¡Para qué oír a los taurinitos! ¡Para qué ver las caras de asombro porque a mi no me parecía bien el indulto!. ¡Con su pan se lo coman! Pensé. Estos criterios auspiciados por el trágico reglamento Soriano son los que van a cambiar la fiesta que algunos conocimos.
Sin embargo la divina providencia aparece de vez en cuando y nos recuerda a los defensores de causas perdidas que aún es posible luchar. Hace unos días he publicado que Francisco Ortíz Mejías, presidente de la Unión Taurina de Abonados de Málaga ha escrito un libro sobre Miguel Mateo "Miguelín" y hojeando, hojeando sus páginas, me he encontrado con las fotos y los textos – algunos textos – sobre el suceso más revolucionario que ocurrió en los años sesenta, y si me apuran en la tauromaquia, en defensa del toro bravo y de la verdad del toreo. Por fortuna no fue ninguno de los críticos que entonces, más que ahora, cultivaban los valores irrefutables de la tauromaquia. Fue un matador de toros, de los de valor y afición. Fue Miguel Mateo "Miguelín", quien en un acaloramiento meditado, se arrojó en el ruedo de Las Ventas, un 18 de mayo (fecha que propondré a La Resistencia para su culto) de 1968, año en el que pasaron muchas cosas entre las que cuentan el mayo francés, la caída de la Libra Esterlina, el tenebroso asunto del Vietnam y la incertidumbre electoral en Italia.
Debe recordarse que Miguelín cortó un rabo en Sevilla, no precisamente a una hermanita de la caridad como la de Marbella, sino a un toro manso. Y que Miguelín era como era: anárquico, bohemio y consecuentemente también tenía tardes de "pájara". Por abreviar diré que toreaba Manuel Benítez "El Cordobés" en Madrid, y que era, como todas las plazas, su era. Sucedió que como figura imponía y que en trasiego de ganaderías y con anuencia de la autoridad, no habiendo más toros que reconocer se echaron mano de dos de la corrida del día siguiente que toreaba Miguelín y claro, a este torero de raza, se lo llevaban los demonios.
Una noche de Gin Tonic, después de un redondo coloquio en la discoteca salmantina Cum Laude, (debo recordar que trabajé junto a Navalón tres ferias seguidas y que algún día espero poner en papel aquellos años) Alfonso me habló de este sucedido dándome además algún detalle malagueño.
Me decía Alfonso que en aquella época el fraude estaba a flor de piel y que los escándalos eran de lo más inverosímiles. Por ejemplo que en Málaga un toro murió en los chiqueros porque se pasaron en la dosis de droga pero lo más gracioso fue que Gonzalo Carvajal que hacía las crónicas para Pueblo, tituló aquella: El caso de las garrochas envenenadas. Se inventó esto para justificar que un supuesto enemigo del Cordobés puso veneno en la punta de la garrocha para uno de sus toros.
Pero a lo que vamos sobre este gesto revolucionario de Miguelín para denunciar el despotismo del torero de Córdoba en robarle dos de los toros de su corrida y denunciar que lo que Benítez hacía era una charlotada con toros moribundos.
Alfonso Navalón conocía las intenciones de Miguel antes de la corrida no porque hubiera denunciado públicamente el de Algeciras su disconformidad con el proceder de la figura de la época, si no porque quiso verlo en el Wellington para pedirle su parecer y Navalón le dijo incluso que ampliara el show que además de tirarse se lo toreara a cuerpo limpio y le cogiera los cuernos para que la gente viera las fieras que toreaba el Benítez. Pero me contó más, que aunque llevaba la intención tenía el algecireño reparo de hacerlo por lo que le pudiera pasar, y que Navalón le apuntó que solo sería el revuelo de esos días. A pesar de ser detenido, como era preceptivo, pasó el revuelo y nada más. Luego se apuntó sin cobrar a la corrida de la prensa de ese año y triunfó.
Hay historias, como esta, en La Tauromaquia, que nunca deben ser olvidadas. En un tiempo como el que estamos viviendo, en los albores del siglo XXI, con el fraude del afeitado generalizado, con la isla, a Dios gracias de Madrid, con el oprobio de las fundas en los pitones, con el destoreo o toreo del alivio, con los antigestos, con las palmaditas en el culo entre los toreros, con la suerte de varas peor que nunca, cerril desde los sesenta del siglo pasado, y con las estructuras de esta caduca fiesta cambiadas, por el dominio de los políticos y por la avaricia de los profesionales. Debemos seguir denunciando, a pesar de los ataques que producen flojedad de ánimo, los fraudes, y debemos seguir ensalzando los valores eternos del toreo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bien traido Agustin.
Recuerdo con meridiana claridad aquel suceso del dia 18 (me apunto a la fecha de culto)y tambien recuerdo que a mis 18 añitos, que teneia entonces opte por no volver a una plaza de toros en tanto en cuento toreara en activo El Cordobes(promesa que cumpli)y mucho me temo que tendre dentro de poco que tomar la misma actitud, despues de ver los despropositos de Sevilla,Madrid....
Salud
El Coronel