12 mayo 2006

EL EDICTO DE LOS TORPES

EL EDICTO DE LOS TORPES
Por Agustín Hervás

El poder político, muy deteriorado desde los últimos años de la democracia por demostrar ser ciudadanos elegidos por el pueblo pero alejados del pueblo, ha hincado el diente en la tauromaquia por dos motivos fundamentales: para arreglarle la vida a los taurinitos que con sus gestiones desprestigian a la fiesta (ejemplo, asunto del afeitado generalizado, fundas en los pitones, etc); y por obtener publicidad traducida en votos de los amantes de la tauromaquia que se dejan embaucar por la palabrería hueca de estos oficiantes de lo publico. Así ha sido en el reglamento andaluz y así parece a los ojos de nuestra independencia.
Pero a menos de un mes de la entrada en vigor de este reglamento ya se ha visto que no se cumple, sedimentando, más allá de la pasión por la dignidad de una fiesta caduca, la teoría de la torpeza del edil en la regulación; y no se cumple por los oficiantes sino también y he ahí la gravedad, por la autoridad que debe velar por el cumplimiento de la norma, porque en una plaza de primera como es la de Málaga, (se admite guasa a los que nunca creyeron que esta plaza debía ser de primera), se acaba de indultar un novillo de Jandilla, afeitado reglamentariamente por haberse lidiado en un festival. Al margen de que el novillo hubiera sido bravo hay que tener en cuenta la norma escrita que prohibe este tipo de indultos en toda la comunidad, sobretodo si reconocemos, como lo he venido haciendo en mis escritos y exposiciones, que los defensores del indulto han esgrimido la idea de hacer norma lo que venia sucediendo en esas plazas de Dios por interpretación popular.
La Malagueta ha sido la primera plaza de cierta, ¡ejem! (esto significa guasa) importancia en la que se ha dado un palo al reciente reglamento poniendo en duda la confianza en el. Este indulto antirreglamentario ha puesto en solfa: la categoría de la plaza, porque el publico jaranero pidió un indulto azuzado por el matador que fue El Cid; La incompetencia de un presidente, Enrique Moya, no solo porque se saltó la norma a la torera, sino que además se sienta en el palco siendo también presidente del Colegio de Veterinarios de Málaga planteando así una cuestión de idoneidad, pues ya se ha dado el caso de que como presidente de una corrida de toros ha tenido que desmentir a sus colegas veterinarios a la hora de rechazar o aceptar toros por impresentables para la plaza.
Sin embargo convendría llamar la atención sobre el silencio de las asociaciones taurinas, mediatizadas en diferentes formas por el Marqués de Fuengirola, que no han denunciado públicamente este palo al recién nacido reglamento ni han pedido, tal y como la norma explicita, la recusación del presidente por incompetente y falto, en cualquier caso, de idoneidad para ejercer el cargo.
Pero en realidad lo sucedido en La Malagueta en el festival taurino a beneficio del Monaguillo afecta directamente a la credibilidad de los padres de la norma, Evangelina Naranjo, consejera de Gobernación, y José Antonio Soriano, responsable de Juegos y Espectáculos de la Junta de Andalucía, ya que como veníamos denunciando por futuro, los taurinitos les iban a meter un gol al gobierno andaluz y a la clase política, vendiéndoles, como lo han hecho, unas motos insostenibles demostrando que la credibilidad de algunos profesionales de estos asuntos del mundo del toro, no es tan fiable como ellos proclaman a voces.
En justicia procedería que la Delegación de Gobernación de la Junta de Andalucía en Málaga, expedientara al Cid por alimentar el contubernio del indulto al novillo de Jandilla, a la empresa por no advertir, se me ocurre, por megafonía, la irresponsabilidad en la que se incurría, y al presidente por no garantizar el cumplimiento de la norma y en consecuencia apartarlo del palco.
Un amigo policía, que de esto sabe un rato, me decía a modo de ejemplo cuando se estaba gestado la norma andaluza, que no tendría sentido sentar a legislar a los delincuentes. Porque no tendría sentido que el Código Civil fuera redactado por los chorizos. ¡Ea! Pues siembra vientos y recogerás tempestades Evangelina, o lo que es lo mismo, si a este edicto de torpes no se le pone autoridad ¡que Dios nos pille confesados!

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