06 febrero 2006

UNA NOBLE FIESTA

UNA NOBLE FIESTA
Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio
Tribuna de Salamanca

Acaba de decir Soriano, ese político de Andalucía que por publicidad para el partido se ha hecho una ley, que saldrá para el mes de marzo con visos de aplicación para la feria de Abril. Los políticos andan distraídos con el estatuto catalán y sus consecuencias para el andaluz y el vasco por no meter a los de todas las comunidades. Claro, en realidad la clase política que no tiene otra cosa que hacer, pues ya hemos conseguido ser un país rico, con chachas en la mayoría de los hogares, se dedica a menear lo de los estatutos como el que menea la sartén de las papas fritas. ¡A ver si es verdad que se entretienen en esas menudencias y nos dejan los toros en paz!
Si en otros tiempos nadie le hacia caso a los reglamentos taurinos, fíjense en estos tiempos el caso que se les ha hecho a los que están vigentes, y así nos va, que andamos modificando estatutos y reglamentos.
No tengo en mí la manía de proclamar que tiempos pasados fueron mejores porque en la fiesta taurina jamás se ha vivido mejor que ahora, incluso en lo artístico hemos llegado a cotas importantes a parte valoraciones de toreros. Se cambió el reglamento franquista y se aprobó una ley democrática y un reglamento presidencialista y juanpedrista. Nada se cumplió a rajatabla pues el espíritu de la ley merodea siempre a la ley, lo que el vulgo llama el que hace la ley hace la trampa. Y en vez de reconocer errores justificamos la aparición de las nuevas leyes diciendo que la sociedad andaluza ha cambiado y que merece una nueva ley taurina. ¡Toma ya!
Una de las consecuencias por las que nuestra sociedad va perdiendo valores e implica a nuestros hijos en el campo de la delincuencia más que común, hasta el punto de estimar como gamberrada la quema de mendigos en vez de considerarlo asesinato, es sin duda la falta de autoridad. Una vez más la sociedad, en la que lógicamente hay que meter a la familia y a la familia política que legisla, ha confundido la autoridad con el autoritarismo y ha desvirtuado las enseñanzas del niño que ha convertido para su conciencia en livianas ciertas acciones, habiendo conseguido mal formar sus conciencias y lo que aún es peor no castigando con rigor y sin embargo sin la crueldad que los delincuentes aplicaron a sus reos.
La falta de autoridad se ha establecido en todos los ordenes porque también entre los que sirven de imagen a los educandos se ha establecido una falta de responsabilidad. ¡Tanto nos hemos ocupado de nosotros mismos que hemos abandonado a nuestros hijos!
La autoridad es necesaria para velar por el buen funcionamiento de la ley y de los reglamentos y nada tiene que ver con la forma de ejercerla que sí que puede dar lugar a la exageración llegando al autoritarismo.
Desde que apareció la noticia de la nueva ley taurina andaluza he intentado explicar las contradicciones en las que se incurriría y aún ahora debo poner en la conciencia del lector la observancia de que en ningún momento en los preámbulos que se han publicado de esta y de la actual nacional, nunca se ha reconocido el fracaso de las anteriores para justificar las nuevas. Y no es que no lo haya habido si bien tampoco ha sido estrepitoso. Ha sido más el ruido de los profesionales poco cualificados que la verdadera inoperancia de la ley. Curiosamente la principal justificación para una nueva siempre debería ser la necesidad de adoptar nuevas medidas, no para el contento de las partes implicadas en el espectáculo como ocurre con este proyecto, sino para asegurar el prestigio y la autenticidad de la fiesta.
En ninguno de los anteproyectos y ni siquiera en la actual ley, he leído un preámbulo en el que se favorezca la actuación de la autoridad en defensa de los intereses de los aficionados, y sin embargo todos entendemos que la autoridad no debe inhibirse de los abusos que atentan contra la técnica y el arte, que quebrantan al toro hasta dejarlo invalido en ocasiones y privan a esta fiesta de las cualidades de su carácter.
Podría pensarse que imprimiendo autoridad al espectáculo taurino lo hacemos más exigente, o diciéndolo bien, siendo más rigurosos podríamos aumentar su riesgo que por otra parte, no olvidemos, sin él no se concibe este espectáculo. Con más autoridad lo que pretendemos es procurar que esta fiesta no pierda las cualidades que más la ennoblecen y su nobleza radica en su espíritu, porque el espíritu de la fiesta brava es grande, por eso la defiendo no presuponiendo a los profesionales en contra de ella, sino presumiendo de que el toro bravo es el eje del espectáculo y por ende el más vulnerable y si reconocemos esto, estamos reconociendo la necesidad de la existencia de la autoridad en la fiesta y si esto es así, decidme, ¿porqué queréis que los presidentes sean seglares y no inspectores de policía? ¿Acaso pensáis que los policías son más autoritarios y los seglares más autoridad?
Seguramente la respuesta a esta pregunta la tienen en Andalucía donde los gobiernos socialistas se han encargado de desprestigiar y hasta de aniquilar al viejo cuerpo de inspectores de carrera. ¡Mester ver amigo Sancho!

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