05 agosto 2005

ALEGACION SEGUNDA

ALEGACIÓN SEGUNDA
Por Agustín Hervás
Onda Cero Radio
La Tribuna de Salamanca

Ser crítico con la fiesta no es estar contra ella es advertir de sus impurezas para poderla hacer mejor. Las alegaciones que se me ocurren a esta futura norma autonómica las hago desde el cariño y en contra de lo que pudiera parecer desde mi amor y defensa de lo que estimo es una fiesta llena de auténticos valores.
No puedo sustraerme a la idea de volver a reclamar, ya lo hice cuando apareció el actual reglamento, que se permita a que en la parte seria de los espectáculos cómicos se maten los novillos. Posiblemente la gran mayoría de los aficionados actuales nos hayamos enganchado a la fiesta viendo El Empastre o El Bombero Torero porque nos llevaron nuestros padres o nuestros abuelos. Con seguridad la mayoría de nosotros no hemos sido de adultos personas violentas e insensibles. Sólo nos mostraron la lidia de un novillo y su muerte a estoque como una consecuencia de la fiereza y la bravura del animal, como primera enseñanza, luego, todos los demás componentes de orgullo, valentía, torería, arte, majeza y rito que guarda la fiesta. Nunca he creído bueno que al niño se le oculte la realidad de lo que a su alrededor acontezca aunque como complemento a su educación he considerado necesario explicarle esa realidad para educarlo en valores. La fiesta brava española es un valor con contrapuntos educacionales importantes que hay que saber hacerle llegar a los niños, ocultárselos es posiblemente iniciar, como ya lo hizo el reglamento nacional, una educación sensiblera y carente de sentido que sólo llevaría a las juventudes españolas a la asimilación de culturas de otras latitudes que saben criticarnos por nuestra "supuesta" barbarie. Consideré entonces con la Ley Taurina y ahora con este nuevo reglamento que de no corregirse esto de no matar a los novillos lidiados en los espectáculo cómicos, que sería el primer escalón para acabar con la fiesta de los toros que pese a lo que se nos quiera decir ahora, ha dado sentido a la valentía del hombre y a la bravura del toro.
Una de las cuestiones cambiantes en este nuevo proyecto es que se prescinde en el palco de la autoridad por definición propia, que recaía en algunas plazas en la policía, y que a partir del próximo año podrá ser cualquier persona. Al prescindir por norma de los policías en el palco prescindimos de una persona que regule el espectáculo revestido de autentica autoridad cuya responsabilidad vaya más haya del reglamento que lo ampara. La autoridad de la policía en los toros se ha convertido en un elemento discordante que se relega solo al paripé de vigilancia del orden publico, y ni siquiera eso pues hoy en día son empresas privadas de seguridad las que copan la mayor cuota de esta actividad.
La historia nos ha dicho que no es fácil encontrar aficionados a la fiesta para ejercer de presidentes que no tengan intereses en la misma y que puedan pasar por incorruptos, porque por lo general han venido, incluidos algunos policías, siendo amigos o conocidos de los políticos. Hay pues un punto que admite la sospecha de que no habiendo una escuela de presidentes se nombre a personas afines a ciertos intereses del entorno de los taurinos por lo que para evitar suspicacias, se podría proponer su elección de entre una terna elegida por las asociaciones de aficionados, que son con el toro bravo y las plazas de tercera, los grandes olvidados del nuevo proyecto. La propuesta debería ser válida para todas las plazas ya que uno de los males mayores, por lo que constituye de coladero de los que practican la sinvergonzonería, son las plazas de tercera de tal punto que sobre ellas emanan sospechas de que coincidan intereses en los nombramientos presidenciales de las delegaciones de fiestas de los ayuntamientos y de los empresarios.
En los pueblos parece necesario que todo salga bien y ello conlleva el divertimento máximo de los asistentes al festejo taurino. La experiencia me dice, que los presidentes elegidos por el ayuntamiento tienen que ver con la empresa ya que en muchas ocasiones esta le proporciona entradas al consistorio que reparte gratis. Entiendo que por ese motivo, así lo admite la norma, se podría recusar a un presidente aunque para eso sería necesario que los aficionados supiéramos con suficiente antelación a quien le ha correspondido la presidencia.
No es pues esto de las presidencias una cuestión baladí ya que de ellas depende la regulación del espectáculo por eso los elegidos deben ser investidos de una autoridad suficiente y responsable.

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